Uno puede ser más o menos escéptico con el siempre complejo traslado de libros al cine, y acudir a la cita con la gran pantalla sabedor de estar haciendo una apuesta segura (o casi) por una inevitable decepción. Aún así, siempre queda la posibilidad de que no sea el caso, que alguien haya puesto tanto empeño en reconstruir con personalidad un relato que, cuando quede plasmado en imágenes, no acabe por detrás de todo aquello que se había formado en las imaginativas cabezas de los lectores, y su aportación pues, sea la que cada uno de ellos habría esperado.
Aunque claro, cuando se habla de uno de los libros más importantes de la historia en materia de ficción, de una auténtica fuente de inspiración para los sueños de miles de devotos seguidores, del rey de un género que no sólo supo crear un mundo propio, sino que revolucionó con su minucioso detallismo e imaginación, es a todas luces evidente que no queda resquicio alguno para la esperanza, y que quien acuda a esa cita, está abocado a horas de intentos por emular la grandeza de un libro que merece mucho más respeto...
Pero... ¿qué sucede cuando a los diez segundos de metraje te han tensado la mirada, robado la atención, y metido tan de lleno en un derroche de imágenes y trama que, no sólo las 3 horas se te hacen cortas, sino que acabas con taquicardias esperando el largo lapso de tiempo que te separa de la siguiente proyección?
Sin duda, que a lo que acabas de asistir, es a una obra maestra.
Un hito para el cine
Es difícil tratar de hablar de algo que despierta pasiones tan profundas en un colectivo de gente tan amplio, y al respecto sólo puedo ofrecer un punto de vista propio y sincero, con el consuelo de saber que es compartido por muchos de los seguidores de esta gran saga. Los hay que, lamentablemente, han quedado decepcionados por las mencionadas complicaciones de estos trasvases, pero a cambio, los que han gozado con la proyección, lo han hecho a un nivel que los profanos no llegarán a entender nunca. Aunque ello no supone que no puedan disfrutar como niños, y es que desde el primer plano al último, esta maravilla del cine absorbe a propios y extraños, y arropa a los escépticos con derroches visuales y de ritmo que sumirán en la envidia a la mayoría de los realizadores de cine actuales.
Y es que Peter Jackson, tolkeniano vocacional (el amor a un género siempre tiene resultados distintos al del amor al dinero), convenientemente asesorado por otros insignes seguidores del fenómeno e inspirado por las afamadas ilustraciones de Alan Lee y John Howe, ha conseguido aglutinar en el mejor thriller en muchos años (quizá esta coletilla podría eliminarse), unas luchas al más puro estilo Braveheart, y unos decorados Burtonianos de un visionado impactante -con opresivos tonos góticos- en que el uso de la infografía llega, simplemente, a otro nivel: arquitecturas fastuosas de ensueño, vistas inconcebibles, y una completa distribución de riquísimas razas (donde si inquitantes son los orcos, hay que destacar al impactante monstruo que es el "Balrog de Moria") que se mueven con terrible naturalidad, mientras la cámara hace giros imposibles para robarnos el aliento y hacernos desear más y más...
Y es que este prodigio de realización, unida a una de las historias más grandes jamás contadas, nos hace preguntarnos por qué no podemos seguir expectantes a un mundo que nos retiene aún al acabar la cinta, pendiendo a la espera de que pase otro año (y otro) hasta que las dos partes restantes ya rodadas, puedan darnos más dosis de sueño y adrenalina como la que nos ha ofrecido esta primera entrega. Aunque al menos, descansamos en paz sabedores que no sucederá como aquella tentativa en animación que nunca fue seguida.
Hoy, ya queda un día menos para ver su continuación.