Cuando una pareja decide ir al cine, los tópicos nos recuerdan que el hombre querrá ver una de peleas, de artes marciales; la mujer por su parte, elegirá una película con sentimiento, con historia. Finalmente discutirán y uno de los dos acabará pagando por una película que no desearía ver.
Todo esto aderezado con impresionantes peleas, siguiendo un estilo visual similar al utilizado por directores como Guy Ritchie, o David Fincher.
Pues bien, Louis Leterrier ha conseguido evitar estas pequeñas desavenencias conyugales al ofrecernos Danny the Dog, un ejercicio de maestría, hábil híbrido entre una "peli de acción” de toda la vida, y una historia de superación, de descubrimiento, de personajes.
La yuxtaposición de géneros a este nivel no es algo que estemos acostumbrados a ver en el séptimo arte, más aún en las grandes producciones. Normalmente hay un productor que orienta la cinta hacia un público determinado. Normalmente. No es este el caso. Sus actores principales son el recientemente oscarizado Morgan Freeman, y el experto en artes marciales, Jet Li, lo que nos da una idea de la singularidad del proyecto. Si a esto añadimos que su guionista y productor es Luc Besson, (El Quinto Elemento) y su director tiene en su haber películas como The Transporter, o colaboraciones con Jean Pierre Jeunet (Amelie), tenemos un proyecto más que interesante.
La historia se centra en Danny, un pequeño huérfano japonés al que un mafioso educa desde niño en el arte del ataque, hasta convertirlo en una maquina de matar privada de sentimientos, educación, y habla. Apartado del mundo, Danny ha aprendido a aceptar esta existencia de bestia, sin plantearse como podría ser su vida fuera de las garras de la mafia.
Hasta que un día conoce a Sam, un pianista ciego, que junto con su hija, le enseñará a Danny todo lo que puede ofrecerle el mundo, empezando por el amor. Todo su concepto de vida se derrumba, y saborea una humanidad desconocida, e incluso prohibida, que le traerá más de un problema con sus antiguos jefes que prefieren verle muerto antes que libre.
Este argumento, hace ver al héroe todo desde una perspectiva nueva, pareciéndonos indestructible y débil a la vez. Agresivo y tierno. Danny representa lo físico, y Sam lo intelectual. Ambos se irán complementando a lo largo de la película en una simbiosis que llega a emocionar al espectador. Todo esto aderezado con impresionantes peleas, siguiendo un estilo visual similar al utilizado por directores como Guy Ritchie, o David Fincher. Envoltorio perfecto para una cinta que sabe entretener, y mantiene al espectador pegado a la butaca durante toda su proyección.
Envoltorio perfecto para una cinta que sabe entretener, y mantiene al espectador pegado a la butaca durante toda su proyección.