Hay películas tan especiales, tan influyentes, tan bien traídas, que hacen que el cine sea algo más que historias de celuloide, que de entre los espectadores que contemplan, muchos caigan y queden encerrados, hipnotizados eternamente en esa proyección, deseando vivir en un sueño donde se prolongue su magia formando parte de su vida bajo el aspecto de una nueva religión.
Star Wars, la guerra de las galaxias, consiguió eso hace ya mucho tiempo, pero todavía hoy siguen habiendo devotos viviendo entre sus escenas, y todavía hoy siguen cayendo recién llegados que no pueden evitar ver algo diferente, algo que surge como resultado de esa peculiar mezcla de artesanalidad y grandes medios, de lucidez y oportunidad, de algo que simplemente está fuera de lo normal.
Es obvio que cuando se consigue tanto, y cuando para algunos significa incluso demasiado, la continuación -aún cuando sea una continuación encaminada al génesis mismo- se somete a demasiadas presiones, a juicios que cuestionan desde las motivaciones (económicas) hasta la pertinencia, en una especie de fervor religioso que llega a cuestionar a su todopoderoso creador, a quien tanta pasión despertó, y que a sus ojos se comporta sacrílegamente jugando con los pilares de lo que consideran patrimonio del cine. Y particularmente de todos los freakies galácticos. Para muchos ese mundo que consideran suyo no debería tocarse.
En este contexto "La amenaza fantasma" no contentó demasiado. Ello pese a que para muchos otros la idea de tener más material fuera una esperanza finalmente colmada. Pero lamentablemente se hizo de una película más que decente algo mediocre por la difícil competencia fratricida con que tenía que enfrentarse.
Ahora nos llega el segundo episodio, y con idéntica batalla entre expectación y presión -mientras la parte económica sigue boyante-, este nuevo reto pone a prueba de nuevo la diligencia de unos, y la condescendencia de otros.
Pero lo cierto es que George Lucas tenía tan claro el mundo que iba a crear desde el inicio de su saga que, aún tantos años después, deja ver qué es capaz de mucho más. Que le dará cohesión, que aportará ilusión. Incluso con el mayor de los excesos en nombre de la fantasía, su carácter visionario da para mucho, especialmente con toda la infografía de la que no pudo gozar en los albores de su carrera. Y así es fácil encontrarse con un Episodio verdaderamente bueno, con ligeros apartados para cuestionarse, en lo que son anodinos debates para religiosos trasnochados. Es tanta la emoción, tanto el climax de esa guerra futurista que en tan buen puesto deja a su nombre (y eso con un ritmo marcado, con espacios para el amor blando y resquicios para alimentar al lado oscuro), que no puede más que aplaudirse, gozar con la proyección, y tranquilizarse pensando en que a esta historia, todavía le queda mucho por ofrecer.