Hoy es un día cualquiera en la vida del los Gallagher. Padre e hijo trabajan en el garaje mientras madre e hijas permanecen en casa. El día discurre tranquilo, y para matar el tiempo, el hijo de los Gallagher queda con un amigo para ir de compras al centro.
Paralelamente, el IRA auténtico prepara un coche que hará saltar por los aires en breves momentos.
Llegados a este punto, una cámara que se mueve frenética capta la disparidad con que la muchedumbre se congrega en escasos metros cuadrados –niños cantando, gente alegre que camina tranquilamente acostumbrada a los avisos de bomba- y a los que las unirá uno de los hechos más terribles acaecidos en la pasada década: el atentado de Omagh en 1998 que se saldó con la muerte de 30 personas.
Rodada cámara en mano, reconstruye de manera precisa, casi documental, el atentado que hizo tambalear el proceso de paz iniciado bajo los acuerdos del Viernes Santo ante la atónita mirada del espectador que asiste con la respiración entrecortada. Aún se hace más insoportable por la búsqueda del padre por los hospitales convencido de que su hijo está ayudando a los heridos. La vuelta a casa con la terrible noticia a cuestas mientras el resto de la familia espera en la ventana clama al cielo.
Ante ese sentimiento de pérdida surge otro igualmente poderoso, la búsqueda de la verdad... ¿Cuáles son los detalles de la investigación? ¿Quiénes fueron los autores de la tragedia? ¿Por qué algunos de los detenidos, viejos conocidos de la policía, son puestos en libertad sin cargos?
Todas estas preguntas obtienen el silencio de las autoridades. Frente a esta situación, la impotencia de las familias reflejadas en los ojos de un padre (Gerarld Mcsoley visto en la obra de Sheridan En el nombre del padre y asociado a numerosos films con el IRA como telón de fondo) que se erige como portavoz de las víctimas del terrorismo, al tiempo que emprende una investigación por cuenta propia.
Tras el éxito obtenido por Bloody Sunday (oso de oro del festival de Berlín) el mismo equipo -con Peter Travis a la cabeza y Peter Greengrass haciendo las veces de guionista- se ha encargado de llevar a cabo la desoladora tragedia del atentado con el mismo brío narrativo que utilizó Greengrass a la hora de filmar aquella. Pero esta vez con un discurso más alejado del documental, algo que sin duda acerca la historia a un espectador cabizbajo ante el desenlace de los acontecimientos.
Presentada en la sección oficial del pasado Festival de San Sebastián y ganadora en el apartado de mejor guión, esta cinta se convierte por méritos propios en uno de los más sentidos testimonios de apoyo a las víctimas del terrorismo que debería ser de obligado visionado, sin que se pueda evitar la pesadumbre que te llevas a casa cuando comienzan los títulos de crédito. Necesaria.