Se calcula que casi cinco millones de norteamericanos abandonaron sus puestos de trabajo para asistir al estreno en EE.UU. de Star Wars: Episodio III – La Venganza de los Sith. El jueves 19 de mayo, el filme recaudó en aquel país 50 millones de dólares. Entre el jueves y el domingo, 159 millones.
En Francia, 642.000 espectadores el primer día de exhibición. En España, un mercado no tan receptivo a Star Wars como sugieren las apariencias y la publicidad – El Ataque de los Clones, por ejemplo, consiguió en nuestro país 15,5 millones de dólares frente a los 24,5 que logró Troya-, se estima que La Venganza de los Sith había recaudado el jueves 10 millones de dólares, la segunda mejor cifra de taquilla obtenida por un filme tras El Retorno del Rey.
Unos datos apabullantes, en fin, que vuelven a demostrar el carisma de la saga Star Wars, y los efectos de la promoción inmisericorde y global. George Lucas puede abandonar la obra de su vida con la cabeza bien alta, y la industria puede respirar tranquila: Los Sith han atraído nuevamente al público a las salas, como deseaba hace unos días Paul Dergarabedian, portavoz de los exhibidores cinematográficos estadounidenses.
Y es que la taquilla norteamericana empieza a dar alarmantes signos de agotamiento. En los doce fines de semana previos a la invasión galáctica, las salas había perdido respecto a los mismos periodos de 2004 un 8% de audiencia y un 5% de taquilla (las entradas valen hoy más caras). Y el primer blockbuster de este verano, El Reino de los Cielos, no ha despertado ningún interés. Con un presupuesto de 180 millones de dólares sumadas producción y publicidad, la última película de Ridley Scott ha obtenido en 17 días sólo 41 millones en EE.UU. Su recaudación a nivel internacional no podrá camuflar el fiasco del filme.
Algunos analistas achacan razonadamente estas pérdidas de ingresos a las nuevas tendencias de consumo cinematográfico –DVD, televisión de pago- y a otras formas de ocio. Pero el New York Times se preguntaba recientemente, y es una duda que también han formulado exhibidores y distribuidores: “¿El público da la espalda a las malas películas? ¿O da la espalda a ir al cine?” Cierto tipo de cine comercial, de baja calidad pese a sus pretensiones épicas, está saturando al gran público y dejando en la calle debido a las calificaciones morales al sector que más podría disfrutarlo, los menores de trece años.
Nunca llueve a gusto de todos, dice el refrán. A veces, no llueve a gusto de nadie. Porque, como hemos señalado a propósito de la clausura de Cannes, en otros mercados más exquisitos las quejas de los distribuidores se referían al poco potencial popular de los filmes exhibidos en el festival…