Ante todo, señalar que esta secuela de The eye se llama así como podría haberse llamado La chica que ve fantasmas, porque no existe un hilo común entre su predecesora y ésta, más allá de estar ambas dirigidas por los hermanos Pang. Aquí se parte de cero para contarnos la historia de una chica que tras intentar suicidarse empieza a ver por todas partes espíritus de gente fallecida y que para más inri se queda misteriosamente embarazada, iniciándose por su parte toda una serie de sospechas acerca de lo que le está pasando, los motivos por lo que le sucede eso y sus lógicos intentos por acabar con esa situación.
En The eye 2 se opta por no seguir las mismas reglas que en su predecesora, y de ahí que no acabemos de entender la elección de ese 2 que acompaña al título de la cinta (descontando los motivos pecuniarios, que por supuesto tienen el mayor peso en estos casos). Si en The eye la protagonista debía ayudar a los espíritus que reclamaban su colaboración (al igual que sucede en parte del cine de terror actual: Gothika, El sexto sentido o Dark Water comparten esta característica), en esta segunda parte se nos habla de la reencarnación, justificando pobremente el hecho de que la protagonista pueda ver a los muertos, y saltándose las reglas internas de la película cuando el guión así lo exige (entre las incongruencias: a veces los espíritus están ahí pero ella no los ve; también en ocasiones estos actúan en el plano físico, pero no siempre que deberían).
Perdida la capacidad de sorpresa en este tipo de cine con tantas otras películas que han sido estrenadas antes que esta, sólo cabría esperar que la historia fuera medianamente interesante y que hubiera un cierto número de sustos bien puestos, pero por desgracia The eye 2 sólo cumple con esto a medias. Resulta a ratos aburridilla (tarda bastante en arrancar), algo predecible y un tanto pastelosa en lo que a la parte romántica se refiere. Por si fuera poco, la protagonista va cambiando de opinión sin parar y eso acaba por desvirtuar el desenlace de la historia, porque acabamos por no saber si lo que le pasa es lo que ella quiere o no. Eso sí, hay sustos, pero menos de los que cabría esperar en una obra de estas características, y desde luego resultan poco impactantes. La sensación al salir del cine, pese a que la realización acompaña bastante a lo que se quiere contar, es de que nos han tomado ligeramente el pelo y de que así ni se pasa miedo ni nada.