Director, productor, productor ejecutivo, guionista, actor principal, técnico de fotografía, responsable de la música... ese es Shane Carruth, artífice indiscutible de Primer.
Ni con mucha atención ni vocación, uno acaba teniendo del todo claro qué es lo que pasa en la gran pantalla.
Comparada por algunos con Pi, Primer es una cinta de ficción pura realizada descaradamente de espaldas al espectador. Por compararle a él con otro polifacético realizador y a la cinta con otra de ficción, si Amenábar en Abre los ojos daba un desenlace con esquemas, explicaciones de pizarra y se quedaba cerca de sacar a los personajes de Barrio Sésamo a distinguir entre "sueños" y "realidad" tal y como hacían estos con los conceptos de "cerca" y "lejos" -y aún así hay quien se perdía...- Carruth hace lo diametralmente opuesto, hasta el punto que ni con mucha atención ni vocación, uno acaba teniendo del todo claro qué es lo que pasa en la gran pantalla.
Eso, no es que lo limite a una pequeña parte de la audiencia, si no a una pequeñísima parte de ella. Sus diálogos científicos se realizan sin pudor ante el espectador incrédulo, que pasa parte importante del metraje atendiendo a explicaciones físicas, aguantando la atención estoicamente por lo curioso de ver a dos investigadores hacer sus práticas al más puro estilo Steve Jobs y Stephen G. Wozniak (creadores de apple), en su garaje y con improvisadas discusiones científicas con su equipo en la cocina de su casa.
Hasta muy avanzada la cinta, uno puede no haberse dado cuenta de la temática concreta, habrá tenido para intuirlo, es parte de su sinopsis, pero ni una mínima explicación inteligible, lo escasamente accesible de sus diálogos y la naturalidad con que se mete en una visión exclusivamente científica acompañarán hacia el desconcierto.
Sus paradojas temporales son a Regreso al futuro lo que Pulgarcito a la obra de Kafka
Todo seguirá así hasta el desenlace. Un visionado superficial irá captando algo de lo que allí sucede, una idea básica de lo que se cuece que parece ser algo gordo y hasta interesante, pero en otra comparación grotesca, sus paradojas temporales son a Regreso al futuro lo que Pulgarcito a la obra de Kafka.
Si en el rodaje la carencia de medios se lleva con personalidad y los movimientos de cámara naturales y desenfoques le dan credibilidad a la situación y aspecto documental -de la misma forma que lo hace el desconocimiento para los profanos de sus discusiones científicas- esta que es su virtud y principal característica (por la que recibió nominaciones y premios a Independent Spirit Awards) es también el motivo por el que jamás llegará a aquello que no pretende: al taquillazo de masas.
Muchos tendrán bastante con los diez primeros minutos, aunque tenga sus méritos y un interés marginal.