Dead End es un thriller de temática sobrenatural que parte de una premisa vivida por todos: los viajes en familia. Recorrer cientos de kilómetros en un coche con tus “seres queridos” es ya de por si una experiencia desquiciante. Si a esto le añadimos el estar perdido en un inmenso bosque con una fantasmagórica mujer persiguiéndonos, el resultado puede ser peor que desquiciante.
La cinta de Jean Baptiste Andrea y Fabrice Canepa se centra en esta sensación de desasosiego, en las reacciones de una familia normal ante situaciones limite. Situaciones que acabarán por desmoronar la fachada de normalidad que les reviste. Algo así como un “American Beauty” gore, en el cual los personajes confiesan sus paranoias y secretos para después morir de las más diversas formas.
Es este el gran acierto de Dead End, el centrarse en las victimas en lugar de en el asesino, confiriendo a este un halo de misterio que lo hace aún más temible. El aspecto psicológico cobra aquí una gran importancia, siendo igual de relevantes los asesinatos, que las reacciones que estos desencadenan en los supervivientes.
No es, sin embargo, una película redonda. Dead End adolece de las limitaciones que un género como el terror impone. Cuenta con importantes aciertos, como el que los protagonistas sean los miembros de una familia y no un grupo de adolescentes, o el hecho de que la mayoría de la trama se desarrolle en el interior de un coche, (ambos aspectos vistos ya en Jeepers Creepers, cinta con la que guarda una gran relación) Pero aún así, la película cae en tópicos y clichés vistos una y mil veces. Como las constantes referencias culturales (Playstation y Marilyn Manson, por ejemplo), o el hecho de que un personaje, después de varios asesinatos, recuerde que hace tiempo le contaron una leyenda macabra exactamente igual a la que está viviendo. Pequeñas trampas de guión que no logran cubrir las lagunas e incongruencias que se aprecian en el argumento.
Pero estos fallos son fácilmente perdonables, al no ser esta una película pretenciosa. Más bien lo contrario. Dead End no se toma en serio a si misma, buscando (y consiguiendo) la risa en las situaciones más extremas, en los momentos de mayor tensión. Un humor negro que reviste una entretenida muestra de cine de terror, el vivo ejemplo de que a través del miedo se pueden contar muchas cosas.