En los últimos años parece estar viviéndose un revival de los ochenta. La defenestrada serie de telecinco, (con un nombre tan original como sus tramas), recopilatorios de Alaska, de los Secretos…
Incluso a pie de calle puede verse el resurgir nostálgico de la moda ochentena. El Calentito puede inscribirse en este movimiento de recuperación de una época que, pasados ya veinte años, podemos analizar con perspectiva.
La película se centra en Sara, una niña bien que vive en el seno de una familia opresora, y que acabará de forma casual formando parte de Las Siux, un grupo “guarri-punk” de la “movida madrileña”. Una vez saboreada la libertad, Sara deberá luchar porque su familia la respete y comprenda. Una lucha particular que se encuadra dentro de una colectiva, la que se vivió en los primeros años de la democracia, con los estertores del fascismo aún presentes. El Calentito tiene un especial interés por recrear este singular contexto histórico, coincidiendo los puntos de inflexión personal de los personajes, con los acontecimientos históricos más relevantes.
Se presenta así un gran paralelismo entre las vivencias personales de los protagonistas y la realidad socio-política de la época, abordando temas como la liberación de la mujer, la homosexualidad o las drogas. Temas que después de veinte años, siguen estando hoy de actualidad.
Por lo que se refiere a las interpretaciones y ahondando en el aspecto artístico de la película, tenemos a una Verónica Sánchez correcta, (quizá demasiado contenida) frente a la cual se posicionan personajes extremos, magistralmente interpretados por actrices como Nuria González, (en un papel de transexual muy distinto al que interpreta en Los Serrano) o a la desconocida Macarena Gómez. Pero por mucho realismo que estas actrices puedan imprimir a la historia, ésta tiene situaciones realmente insólitas y poco creíbles (que un padre deje salir a su hija en medio de un Golpe de Estado, o que un jubilado tome un bar de travestís a punta de pistola resulta cuanto menos, chocante)
Igualmente poco creíble resultan las aspiraciones e inquietudes del personaje de Sara, cuya mayor meta durante toda la película es perder la virginidad, (con quien sea y como sea... pero sin parecer una golfa) y dar un concierto, mientras la democracia se tambalea. No se sabe muy bien que hace un personaje como este, una mojigata-salida directamente sacada de Porky´s o American Pie, en una película tan social y reivindicativa.
Haciendo referencia a una película tan definitivamente ochentena como Grease, los personajes de Olivia Newton John y Verónica Sánchez tienen más de un punto en común, trasmitiendo ambas el mismo mensaje final: vistete de cuero, fuma (antes tabaco, ahora porros) y compórtate como una gata en celo. Pero este “pequeño” lastre no impidió que Grease se erigiera como película estandarte de la cultura ochentena, ni salvando las distancias impedirá disfrutar de este trasnochado revival de una época que muchos querran recordar y otros se sorprenderán de descubrir.