Uno de los fenómenos literarios más asombrosos de la última década, llega a la cartelera justo antes del desembarco de la primera entrega del mito de Tolkien. Siendo el "Señor de los Anillos" referencia dentro de la literatura de ficción, probablemente resulte inapropiada toda comparación con los cuentos de doña J.K.Rowling (cuantos puristas se nos podrían echar encima...), pero lo cierto es que la escritora británica ha conseguido con su insígne Harry Potter, crear un mundo con vida propia tal y como aquel hiciera en su momento.
La historia de un niño que encarna al mayor mago de todos los tiempos, camuflado durante años entre vulgares muggles (personas no-mágicas) lejos de sus congéneres, es ante todo la emotiva historia del patito feo trasladada a un universo de magia tan compacto, que con su lectura llega a sumergirte hasta hacerte renegar de volver a emerger al aburrido mundo real. Tras una infancia (o mejor, sus primeros once años) conviviendo como el sobrino maltratado a lo "Cenicienta" de dos rudos y vulgares personajes -junto a su mimado y repulsivo hijo-, acabar brillando al demostrar un virtuosismo oculto, hace saltar a su protagonista de una vida triste y sufrida a una fantasía que jamás habría imaginado.
Así, la utilización de los sueños infantiles como vía de escape a las penas y problemas, se convierten en el primer punto de encuentro con un joven público que, entregado, sólo tiene que dejarse llevar camino a Hogwarts: el impresionante castillo gótico de aprendizaje de los niños mago. Aunque eso sí, en el camino no irán sólos: sus padres no podrán evitar caer rendidos a unos libros capaces de llegar al más recóndito lugar de inocencia de todo corazón muggle.
Y quizá con la voluntad necesaria dejarán de serlo.
La película
La primera entrega de la serie -versionada en esta cinta- tiene el mérito y valor de ser la encargada de presentarnos todo el entramado de un mundo paralelo, a sus personajes, y cada uno de sus rasgos y costumbres. Esta correctísima recreación, vale suficiente para hacer que las formas hagan pasar desapercibido al fondo: una trama ligera y prescindible que se va armando a pinceladas, sin prisas y sin dedicarse en exceso. Así, la presentación del entorno es suficiente por si misma, y el añadido de la historia viene a completar los requisitos para hacer de este libro encuadernado con trazos infantiles, un cuento con el que cualquier persona puede disfrutar.
Pero, ¿como trasladar esta visión a la gran pantalla? Sin duda, un gran presupuesto puede ayudar para el aspecto visual -lo adelantamos: objetivo cumplido-, el problema es cómo añadir el resto, tanto la recreación de una trama que aquí sí se convierte en objetivo principal cuando no lo era, y los retales para ir enseñándonos en qué consiste Harry Potter.
La solución: correr. Más de dos horas cumpliendo con partes representativas del libro, y que nos arrojan un cúmulo de sketchs a medio camino del gag y la exposición, en que el ritmo narrativo es cuestión secundaria abandonada al abrigo de gozos más evidentes. Y es que aquí, sólo la imagen narra, y la riqueza de su fuente, acaba perdiendo fuelle.
Además, el señor Columbus, que comulga con este planteamiento sabedor de que el público es eminentemente infantil, abandona por este motivo la interpretación de los niños a una poco exigente labor más propia de Barrio Sesamo (a pesar de que ahí parecía experimentado: encumbró a Macaulay Culkin en Solo en Casa) , y ahí acaba definitivamente con la gran virtud del libro: queda limitada a los más pequeños renunciando además a toda pretensión cinéfila, a llevar la película a quienes no sean seguidores de la saga.
Aún así, la entrañable historia de este jovencisimo mago y sus aventuras, entretiene con bastante eficacia y nos ofrece escenas (como la del quidditch, deporte por excelencia en Hogwarts) que con sus atractivos la sitúan como una película que cumple.
Aunque no mucho más.