Hará cosa de un año, llegaba la primera adaptación al cine de las tortuosas aventuras del mago más famoso desde Merlín, y desde la admiración a su libro, la decepción por no haber alcanzado su magia -paradójico o no- dejaba como resultado una película tristemente limitada al público infantil (y al más paciente, que no todos podían aguantar dos horas y media sentaditos).
Entonces hacía desde aquí una vaga comparación entre otro traslado con el que iba a pugnar para película navideña, y ello sin haber acudido a un estreno que hizo casi ofensiva la mención. Mientras Peter Jackson pasará a la historia como el autor de una de las adaptaciones más impresionantes y absorbentes, Chris Colombus será para algunos el director que consiguió aburrirnos con uno de los cuentos más importantes de la literatura infantil contemporánea.
Lo cierto es que los pecados que cometía en la primera entrega, se convierten en motivo de reincidencia. Si con el "Señor de los anillos" se hubiera pretendido una adaptación tan rigurosa en cuanto a hechos, la primera parte rondaría las 15 o 20 horas. Aquí agravado por la posible forma de evitar escenas cortantes con que iba salpicando con frágil criterio anteriormente: una larga travesía a la que difícilmente podría sobrevivir Richard Harris (perdón por la broma fácil, minutito de silencio antes de seguir).
Superado el luto, hay que ahondar en los personajes y los extraños motivos por los que pierden todo carisma. Ron, amigo infatigable de aventuras, es aquí un lerdo que sobra incluso en los videos familiares; el propio Harry, un niñato repelente cuya sonrisa parece hecha para un anuncio de dentrífico para televisión local; y Hermione, tan anodina y repelente como le permite la difícil competencia de ambos niñatos.
Esta aprensión cáustica obedece a una imagen mucho más dulce formada en letras huérfanas de imagen, en un lugar donde doña Rowling consiguió abrir una puerta a un mundo donde todos queríamos seguir viviendo, seduciendo al más adverso a la lectura, embarcando en su historia al más escéptico a la magia. Pero entre derroches visuales cansinos hasta la interminable última media hora, una banda sonora que evoca sensaciones perdidas en la fuga de lo literario, seguiremos esperando la quinta entrega -sí,en papel- de una saga a la que el cine nunca podrá hacer justicia.