El género policíaco ha sido apaleado gratuitamente tras su incursión en una subcategoría del cine de suspense, el thriller, cada vez más insulso y plagado de clichés de toda condición, siempre siguiendo los pasos establecidos de un esquema de lo más convencional.
Ha llovido mucho desde que Hannibal Lecter hiciera su primera aparición en la gran pantalla en El silencio de los corderos (Jonathan Demme), recobrando buenas artes. Con el estreno de esta semana La memoria del asesino vuelve a repetirse el mismo fenómeno.
La tercera película del director belga Erik Van Looy, cineasta inédito en nuestro país, adquiere una notable relevancia dado que genera un complejo mecanismo en el que discurren dos historias paralelas causantes de un mismo desenlace.
El relato se centra en un ya envejecido asesino a sueldo víctima del alzheimer y en dos policías que llevan el peso de la investigación de los asesinatos. El guión incluye el espinoso tema de la prostitución infantil que hizo correr ríos de tinta, mostrando gran valentía a la hora de llevar a cabo el rodaje de la producción, atronador éxito de los últimos años en Bélgica ganado incluso en taquilla al mismísimo Señor de los anillos.
No hay duda de que La memoria del asesino parte de una escritura compleja muy alejada de los thrillers al uso. Aquí la narración establecida en el discurso logra embaucar al espectador, implicándole a seguir el relato sin pestañear siquiera. Esa complejidad también queda reflejada en los personajes, donde cada uno de ellos disfruta de una dimensión mucho más rica de lo que cabría esperar.
La interpretación bien merece unas palabras, destacando sobretodo el talento de Jan Decleir para componer el rol del asesino a sueldo que sufre pérdidas de memoria -breve elemento en común con la fabulosamente inquietante Memento de Chistopher Nolan- unido al empaque de la pareja de polis capaces de resolver ellos solitos el entramado de la investigación. Acabando con la mala costumbre de encontrar similitudes con otros films, nos viene a la cabeza la cinta de David Fincher Seven otra de las referencias del género.
Con La memoria del asesino su director ha sabido en definitiva imprimir su propio sello personal caracterizado por una narración ágil y bien trazada, aunque sí es cierto que el final se antoja un tanto estirado en el metraje. No obstante, el resultado merece un largo aplauso puesto que es un intento muy válido de mejorar un estilo que estaba tocando fondo. Los verdaderos fans del cine policíaco tienen una cita ineludible con esta producción belga. Vayan pronto antes de que Holywood haga el consiguiente remake –de hecho ya ha comprado los derechos- destrozando con ello otra producción europea.