Ciudad de las ciudades, símbolo de la riqueza y miseria del mundo, lugar inigualable para ubicar historias de cine. La grande Nueva York tiene una vez más algo que contarnos. Es en su grandeza incomparable, el marco idóneo para cualquier narración , sea grande y efectista, pequeña o intimista, un universo propio capaz de crear una emoción de arraigo a sus ciudadanos que supere al del propio país al que pertenece, y que hace que su pulso se proyecte de sus calles al resto del mundo.
Y qué hubo antes en ese hervidero de vidas imparables, en ese bullicio donde unos lideran el mundo y otros lo padecen desde la más extrema de las miserias, es lo que Gangs Of New York nos cuenta, de la mano de uno de los grandes, de la mano de uno de los suyos.
Hemos visto a un Hombre Araña surgir de su anodina vida de estudiante para convertirse en un héroe juvenil épico y cercano. Al todopoderoso hombre de acero sobrevolar sus rascacielos en un sueño de otra figura protectora de las que muchas veces necesitaron. También las historias delirantes, mordaces y entrañables de un neurótico fruto de su ajetreo, símbolo de la genialidad de Manhattan. Y a Scorsese, que también ha mostrado su propia visión otras veces, pero que ahora ha cumplido con una fascinación antigua, la de cómo se forjó su ciudad -y de ahí, América- y cuánta sangre bañó las calles sobre las que ahora palpita tanta vida.
La película
El año que inauguraba el siglo 19, la población de Nueva York rondaba los 60.000 habitantes. Cincuenta años después, medio siglo de inmigración desenfrenada desde la Hambruna Irlandesa, eran 800.000 los que luchaban en sus calles por la mera supervivencia. Unos lo hacían para seguir su propio camino, otros por el colectivo al que pertenecían. La actual convivencia de todo tipo de nacionalidades y etnias en el símbolo de la ciudad cosmopolita, se iba a construir en luchas de bandos especialmente cruentas por el lado de los Nativistas. Ajenos a la naturaleza del país como lugar de acogida, en su defensa del territorio desencadenarían la barbarie que nos muestra esta cinta.
Scorsese concentra para ello crudeza -moderada en lo explícito- y lucha dura -atenuada en lo épico-. No se ceba en excesos, no se deja llevar por lo poético. Cuenta una etapa que los historiadores aún han descrito como más extrema. Lo hace con actitudes, y lo hace con medios, acompañado del director de fotografía Michael Ballhaus -viejo conocido suyo- para capturar la visión de su cabeza, con ligeras inspiraciones de luz de Rembrandt, con una eterna llama prendiendo en algún punto de la pantalla. Lo que muestra a nivel humano, es una sociedad deshumanizada, repleta de caos, depravaciones y corrupción saturada. Unos cimientos llamados a inundar de muerte cada esquina, y que acaban por deflagrar al coincidir con los disturbios del Alistamiento Obligatorio.
La batalla a varios niveles, queda personificada en Di Caprio y Daniel Day-Lewis. La unión rocambolesca de sus personajes llevará a la lucha definitiva en el peor momento. Antes, servirá de hilo conductor para guiarnos por la oscuridad de hediondas calles. A lo largo del largo metraje, todo quedará nítidamente expuesto. La dura visión totalmente formada. Un documental de lucha con historia de amor -irrelevante-, venganza y ambiente visceral, se acabará clavando como semilla para los rascacielos. Una lección de salvajismo, quizá no del todo aprendida.