Esta película es más que un falso documental. Se trata de toda una emisión televisiva ficticia que incluye avances informativos y de programación, cortinillas publicitarias, anuncios, y el pseudodocumental The Confederate States of America - C.S.A. Una producción británica que analiza la formación y desarrollo de América del Norte desde que, en 1865, son los Estados sureños los que ganan la Guerra Civil y consiguen preservar la esclavitud hasta nuestros días.
Nos movemos por tanto en el terreno de la ucronía, subgénero de la ciencia-ficción que especula sobre universos alternativos en los cuales los hechos se han desarrollado de forma diferente a la conocida. Una fantasía frecuente que da pie a reflexionar acerca de los caprichos del devenir, el sentido profundo de los hitos históricos y la fragilidad de nuestras convenciones sociales.
De hecho, esta segunda experiencia como director tras Ninth Street (1999) del dramaturgo y guionista Kevin Willmott cuenta con dos reputados antecedentes literarios que ya se plantearon otro resultado de la Guerra Civil norteamericana: Lo que el tiempo se llevó (Bring the Jubilee, 1953), relato de Ward Moore que mezcla la divagación histórica y los viajes en el tiempo; y Que no caigan las tinieblas (Lest Darkness Fall, 1939), ucronía satírica de L. Sprague de Camp.
En cualquier caso este tipo de artificios funciona, como hemos comentado, de acuerdo con las sugerencias que logren despertar en el lector o el espectador; y también según la verosimilitud que sepan infundir a la narración. Willmott sale bien librado en ambos aspectos.
En primer lugar, porque alcanza su propósito de hacernos comprender que la mayor de las aberraciones –en este caso la esclavitud humana- puede ser considerada normal en un determinado contexto. Idea que los bienpensantes se niegan a admitir aunque se vea confirmada por la historia una y otra vez, y sea subrayada en C.S.A. con un epílogo cuyo contenido no desvelaremos pero que demuestra, una vez más, aquello de que la realidad supera a la imaginación. Por perversa que esta se pretenda.
El realizador no tiene miedo además a proponer escenas insólitas y subversivas, como las que muestran la captura de Abraham Lincoln o parodian el estilo de la teletienda. Con ellas se relativizan humorísticamente mitos y acontecimientos que solemos sacralizar porque justifican nuestro modo de vivir.
Y en segundo lugar, porque Willmott ha exprimido la producción del filme, y hace convincentes tanto cuñas publicitarias y entrevistas como películas mudas y fotomontajes, sin exagerar nunca la nota en cuanto a lo que reflejan. En algún momento uno llega a plantearse si C.S.A. no confundirá a quien no tenga clara la historia de los Estados Unidos. Y esta duda es el mayor elogio a que podía aspirar la película.
Una de las ofertas, en fin, más atractivas de la cartelera veraniega, aunque su distribuidora no haya cuidado su exhibición.