Hay películas que ganan enteros cuando las visionas en tu casa durante la sobremesa de un fin de semana cualquiera, bien repantigado en tu sofá, con esa modorrilla posterior a la ingesta de una copiosa comida que ayuda a que sólo la mitad de tus neuronas sigan activas y no puedas juzgar como es debido algún producto cinematográfico que en su día pasara por las salas comerciales y que en este momento, aun lastrado por las diversas pausas publicitarias que plagan la televisión actual, se te antoja medio entretenido. Pues bien, de aquí a unos años podremos decir lo mismo de Love me tender, del director Joel Zwick. Tampoco es que pudiéramos esperar gran cosa del hombre que rodó Mi gran boda griega, claro está, pero avisados quedáis.
¿La historia? Harmony Jones (Kim Basinger) es una mujer cuya vida ha tenido puntos de contacto con la de Elvis Presley, ya que ambos vivían en la misma localidad y en alguna ocasión se encontraron, como bien se encargarán de recordarnos los acaramelados flashbacks. El vínculo que Harmony y El Rey parecen compartir continúa hasta la actualidad, cuando la pléyade de imitadores de Elvis que pueblan el planeta está alcanzando unos límites intolerables, y la mano invisible del famoso cantante decidirá emplear a la exquisita representante de cosméticos para ir liquidando a todos esos patéticos seres que se crucen en su camino, vía casualidades y accidentes tontos de todo tipo.
Lo que en manos de algún guionista o cineasta con más mala baba podía haberse convertido en una descacharrada masacre de tipos con tupé aparece en Love me tender como telón de fondo de la historia de amor de turno. En esta ocasión el galán es el soso John Corbett (ya presente en Mi gran boda griega), al que viendo tan serio y estirado en su frac uno se pregunta si habrá estado estudiando vídeos de Bertín Osborne para entrenarse y pillar el tono de la película. También pululan por ahí Denise Richards (la pobre apenas dice cuatro frases) y Tom Hanks (este ni habla, y si algún día la veis comprenderéis por qué). Total, que entre que no hay nada nuevo en esta cinta y que lo que hay, poco destacable, está narrado de forma bastante patosa, al final sólo quedan dos opciones: o sales escopeteado de la sala de cine a los diez minutos o apechugas con lo que te ha tocado visionar, soportando como buenamente puedes este film que olvidaremos todos de inmediato... hasta que la pasen algún sábado por la tarde en la tele, claro está.