Nigel Cole ya sabe en primera persona cómo funciona Hollywood. En su primera cinta en la meca del cine tras el éxito de Las Chicas del Calendario, ha aprendido lo suficiente de la fijación de los productores en interpretar y reinterpretar qué puede gustar a la audiencia, y cómo llega un punto que estos se limitan a conjeturar sobre gustos ajenos sin tener una verdadera opinión propia. Con todo, habiéndose salido con la suya en varias decisiones, tampoco es que eso le vaya a suponer mucho, acaso una de tantas películas olvidables en que el amor se va abriendo paso a golpe de hit musical, bebiendo del carisma y porte de sus protagonistas, jugueteando con la aspiración al happy end.
Ambos dos, bastante logran con darle algo de cuerpo a sus escarceos amorosos, con idas y venidas a lo largo de un metraje que se dilata más de lo preciso consiguiendo al menos evitar la más tópica reincidencia estructural, mérito discutible del habitualmente actor secundario metido a guionista Colin Patrick Lynch. El nudo tiene la suficiente extensión como para admitir media hora más o menos sin sufrir alteración alguna. Amanda Peet (Identidad, Melinda & Melinda) y Ashton Kutcher (Colega ¿Dónde está mi coche?, El Efecto mariposa) son lo único de lo que su director ha quedado satisfecho a pesar de que la forma de elegir estrellas como base de la financiación le daba para malos augurios. En el resultado, algo de química y naturalidad, unas veces por falta de chispa en el humor, otras porque se les da espacio entre tanto tiempo, les permite alcanzar cómodamente una previsible mediocridad romántica.
No obstante, da la sensación de que ni con logros mucho mayores una cinta con traducción de nombre tan pedestre podía difícilmente salir a escena a encontrarse con algo de sustancia, o que incluso con un balance más pobre y tirando todavía más de tópico, el público que acudiera a su encuentro, saldría igualmente complacido. La única duda queda pues en la necesidad de importar directores foráneos para acomodarlos a los métodos propios, en cómo se pretende ganar algo adocenándolos. En todo caso, el género, a pesar de lo zafio, se describe gráficamente en su título caprichoso… ‘es lo que tiene’.