En los últimos años hemos asistido a grandes bombazos del cine de animación que han sabido complacer de manera ejemplar a públicos de muy diversas edades. Tanto el doblete de Shrek como la apuesta segura de los estudios Pixar (por no hablar de otros productos aislados como La edad de hielo) han puesto el listón muy alto, y era cuestión de tiempo que acabáramos yendo a las salas de cine para toparnos con films mediocres provenientes “de los creadores de... (añádase aquí el nombre de la última peli de animación de éxito)”, frase gancho donde las haya que sería traducible como “si te gustó aquélla, ésta te va a encantar, así que apoquina”. Últimamente hemos podido comprobar que Madagascar no llegaba a la altura de las mentadas, y apenas unas semanas después Valiant aterriza en nuestras pantallas, de la mano del productor de Shrek, que tampoco iguala los registros logrados por el ogro de malas pulgas, pero que al menos proporciona un rato muy entretenido.
El argumento no pasa de recurrir al típico protagonista debilucho cuya convicción y fuerza de voluntad le harán llegar muy lejos, o al menos cumplir con una misión que en principio le viene demasiado grande, en este caso la de transportar un mensaje vital para el desarrollo de la II Guerra Mundial. También tenemos al habitual grupo de secundarios arquetípicos (el vividor, el esnob, los descerebrados) que junto al héroe se enfrentan a los malos muy malos, y la historia transcurre sin demasiados sobresaltos, porque con ese planteamiento más o menos vamos intuyendo todo lo que va a suceder. Lo que diferencia a Valiant de otras películas es que al menos aquí no hay apenas tiempo de aburrirse (está todo concentrado en hora y cuarto de proyección) y que, aunque no encontraremos guiños destinados a un público más adulto, en todo momento se juega a construir una comedia bastante potable, alejándose de la tentación de caer en la sensiblería más gazmoña (no olvidemos que se trata de un producto Disney). Tampoco hay nada que objetar a la estupenda animación.
En la versión española, como viene siendo habitual, encontramos voces de postín: Paco León arranca sin convencer demasiado, pero luego la cosa se arregla. José Luis Gil y Ramón Langa, por su parte, demuestran las horas de vuelo que tienen en esto del doblaje. Finalmente, Florentino Fernández consigue que una vez visionada la película sea imposible concebir el personaje de Bugsy con una voz distinta a la suya, aunque hay que advertir a sus detractores que quizá se les atragante un poco. Eso sí, para el que esto firma la película estaría coja sin su vidilla, y me refiero tanto a Bugsy como a Florentino.