En 1961 Stan Lee y Jack Kirby creaban el primer cómic de la era Marvel, Los 4 fantásticos, cuyo éxito iba a originar todo un nuevo universo de seres maravillosos que aún hoy en día siguen haciendo las delicias de niños, adolescentes y gente ya casi adulta que sigue devorando con fruición las aventuras de Spiderman, Daredevil, la Patrulla-X, la Masa... ¿Os suenan de algo estos personajes? Si no sois consumidores habituales del noveno arte (porque sí, los tebeos son un arte, y como en cualquier otro arte que se precie hay cosas infumables pero también obras maestras) seguro que les habréis conocido gracias a las adaptaciones cinematográficas que se han hecho de todo ellos recientemente. Pues bien, ya iba siendo hora de que se hiciera lo propio de una forma digna con la Primera Familia de Marvel, tras alguna intentona anterior que más vale la pena sepultar en el olvido y después del éxito animado de Los increíbles, que al fin y al cabo debían bastante de su existencia al supergrupo creado por Lee y Kirby.
En esto de las adaptaciones de tebeos a la gran pantalla hay tres categorías relativamente claras, y al menos a los aficionados no nos resulta complicado catalogarlas en la que les corresponde: X-Men y (especialmente) su secuela son pequeñas maravillas, así como la primera parte del primer film dedicado a Spiderman y gran parte de Batman Begins. En el polo opuesto se hallan las pésimas Elektra, Daredevil, Catwoman o incluso Hulk. Por último cabe salvar de la quema otros productos que sencillamente entretienen de forma más o menos digna, como sería el caso de Punisher, Hellboy, Spiderman 2 o de esta película de Los 4 fantásticos que nos ocupa aquí.
Afirmaba Guillermo del Toro recientemente que le habían ofrecido dirigir esta cinta (finalmente el responsable ha sido Tim Story, cuyo Taxi: derrape total no hacía augurar nada bueno), pero que había rechazado encargarse de ella porque se siente más a gusto con un personaje sucio y freak como Hellboy que con el equivalente a la familia Kennedy de los comics Marvel. Y razón no le falta al mexicano: los 4 Fantásticos son héroes apuestos, elegantes y con poderes alucinantes que no necesitan esconderse tras una máscara para intentar salvar al mundo de la destrucción. Son ídolos luminosos (la excepción sería la Cosa, pese a todo quizá el más humano de los cuatro debajo de su caparazón de piedra) que cuentan con el favor del público en su cruzada contra el mal. Tal vez por eso nos dejan más fríos (personalmente nunca he seguido con devoción sus aventuras, salvo en la época de John Byrne), prefiriendo todos los agobios vitales que suelen acosar al pobre Peter Parker / Spiderman, por ejemplo, y tal vez también es esa frialdad la razón de que la película no alcance mayores cotas de grandeza, pese a que se capta con bastante acierto la esencia de los cuatro protagonistas y los actores den la talla (salvo Jessica Alba, a la que le pega más la Nancy de Sin City, o ese Julian McMahon al que no nos creemos como Doctor Muerte). Hay frases acertadas y toques de humor, pero también es cierto que la historia peca de ciertos absurdos que le restan credibilidad y que acaban derivando en una opereta donde al final los buenos tienen que ganar porque lo pone en el guión, y donde las tortas y las explosiones campan a sus anchas para conseguir derrotar al malo.
Resumiendo: no pasará a la historia del cine, pero tampoco la recordaremos con asco cuando nos venga a la mente, y eso tampoco está tan mal en los tiempos que corren.