Inés París y Daniela Fejerman debutaron en la dirección cinematográfica con A mi madre le gustan las mujeres, entretenida comedia donde destacaba por encima de todo el histérico personaje de Leonor Watling. Ahora nos llega su segundo largometraje, Semen, una historia de amor, protagonizada por un Ernesto Alterio cuyo personaje también tiene poco de habitual: el extremadamente metódico Serafín trabaja en una clínica de inseminación artificial, y por error su semen acabará fecundando un óvulo de Ariadna (Leticia Dolera), una paciente de la que se ha enamorado de forma fulminante. A partir de ahí su relación con la joven servirá de motor a la película, con esporádicas aportaciones del padre de Serafín (el propio padre de Ernesto Alterio, el veterano y siempre genial Héctor), e iremos viendo la interacción de ambos enamorados a medida que el embarazo vaya progresando.
A favor de la cinta podemos decir que se ha intentado jugar a hacer de ella una especie de “Amelie a la hispana” y por momentos es bastante resultona, aunque se bordee el ridículo (¡esos jerséis de punto del protagonista!) y algunas escenas provoquen más vergüenza ajena que otra cosa. Aun así, la composición de color de muchas escenas es muy atractiva y la historia entra más por los ojos que por el cerebro (se hace muy difícil justificar algunas situaciones que son de comedia de enredo poco trabajada). Eso sí, a un acierto le sigue una metida de pata que resta los pocos puntos que la película había ido acumulando en su haber: por ejemplo, Ernesto Alterio tan pronto borda una intervención de su personaje como la echa por tierra un instante después, pasado de rosca y mal dirigido.
El film también juega, como lo hacía Amelie, con el tema de las casualidades, el destino y lo absurdo de la vida aplicado al terreno de lo cotidiano, y quizá es en esa parcela donde menos se le pueda reprochar a la obra de París y Fejerman. Lástima que donde más flojeen las autoras, guionistas también, sea precisamente en la construcción de una comedia realmente divertida (hay bastantes sonrisas, pero pocas risas y ninguna carcajada) y en mostrarnos enredos un tanto tontos por lo facilones o predecibles. En definitiva, un producto bastante prescindible que no es que baje el listón del cine patrio, pero que desde luego no lo eleva lo más mínimo.