Sería absurdo exigir a todas las películas infantiles la imaginación de un Tim Burton o la vitalidad de un John Lasseter. Aplicando tales criterios tampoco pasarían la criba muchas producciones actuales para adultos. Sí cabría pedir un mínimo de originalidad, más que nada por la salud mental de los niños.
Y es que los problemas de Herbie: a tope son los de cualquier película hollywoodense para mayores de trece años. Se trata, para empezar, de una nueva versión de Ahí va ese bólido, clásico de imagen real producido en 1969 por Disney sobre un volkswagen escarabajo, Herbie, que tenía vida propia y ayudaba a sus dueños a ganar carreras automovilísticas y desfacer entuertos. Herbie propició hasta tres películas más entre 1974 y 1980, así como una serie y otro filme para televisión.
Si aceptamos que la única justificación de un remake es actualizar ciertas historias, Disney ha caído en el contrasentido de no arriesgar nada. La única novedad de Herbie: a tope es el toque feminista que aporta el protagonismo de Lindsay Lohan (Chicas malas) como Maggie Peyton, una joven que pretende continuar la tradición familiar en los circuitos de competición aunque su padre (Michael Keaton) confíe más en su hijo varón como corredor y prefiera que Maggie se gane la vida como periodista en Nueva York.
Por lo demás, Herbie: a tope pasa por todos y cada uno de los tópicos de la saga del escarabajo y de este tipo de cine, rodado eso sí con aburrida pulcritud: el esquema chico consigue chica, chico pierde chica, chico recupera chica, aplicado a Herbie y Maggie; el enfrentamiento contra un piloto prepotente y con mejores medios materiales (Matt Dillon); la carrera cumbre que congrega en la pista a familiares hasta entonces distanciados y termina de la manera previsible; el romance aséptico; y algunas escenas de humor blanco que abochornan por su simpleza.
Recordando como el año pasado Brad Bird supo reciclar influencias del todo manidas para construir su fenomenal Los Increíbles, no cabe sino desaconsejar Herbie: a tope. Y no por infantil, que hubiera tenido disculpa, sino por convencional. Hasta las canciones que llenan la banda sonora son éxitos de hace décadas. ¿No se merecen los niños de hoy su propio imaginario? ¿O se trata de adoctrinarlos para que dentro de diez años no protesten contra la secuela del remake de la tercera parte de Resident Evil?
