En 1969, lo comercial y la contracultura libraban una batalla campal en los cines norteamericanos. De hecho la película más taquillera de aquel año, Dos hombres y un destino, combinaba ambos aspectos de manera muy calculada. Tras ella podíamos encontrar a Jon Voight como vaquero que ejercía de chapero en Nueva York (Cowboy de medianoche), a un James Bond fugaz perdiendo a su único amor verdadero (007 al servicio secreto de su majestad), a Dennis Hopper y Peter Fonda buscando en la droga también su destino (Easy Rider), a Walter Matthau y Clint Eastwood prestando sus escépticas presencias a los musicales Hello Dolly! y La leyenda de la ciudad sin nombre, a Elliot Gould y Natalie Wood practicando los efectos de la liberación sexual en Bob y Carol, Ted y Alice, y a estrellas en el ocaso como John Wayne (Valor de ley) compartiendo la fama con nuevos rostros populares como el de Goldie Hawn (Flor de cactus).
Pues bien, en aquellos momentos convulsos en los que, en palabras de Peter Biskind, "los Estados Unidos ardían, los Ángeles del Infierno invadían Sunset Boulevard con sus motos y las chicas bailaban en topless en la calle al compás de The Doors", hubo sitio incluso para un gracioso volkswagen del 63 que, muy de acuerdo con la época, fue llamado The Love Bug, el escarabajo del amor. Un coche con vida propia que devino icono pop.
Ahí va ese bólido, título español de The Love Bug, constituyó, efectivamente, un fenomenal éxito en 1969. Se trataba de una producción Disney de imagen real. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, con el auge de la animación televisiva, Disney se había visto obligada a diversificar sus actividades, y lo hizo con acierto. Películas con actores y a veces efectos especiales de animación como La Isla del Tesoro (1950), Veinte mil leguas de viaje submarino (1954), Pollyana (1960), Un sabio en las nubes (1961), Tú a Boston y yo a California (1961), Mary Poppins (1964) o Un gato del FBI (1965) tenían el empuje que la división de animación había perdido.
El concepto Disney de la fantasía
Ahí va ese bólido es, por supuesto, otra típica fantasía amable de su productora. Cuenta la historia de Jim, un corredor que no encuentra patrocinador debido a su tendencia a estrellar los vehículos con los que compite. En un concesionario de automóviles se topa con un volkswagen escarabajo al que defiende del maltrato de un vendedor. Jim es expulsado del concesionario. Cuál no será su sorpresa cuando, al llegar a casa, descubra que el volkswagen le ha seguido. El corredor ha sido adoptado como dueño por un coche mágico: Herbie, nombre del vehículo (también puede ser identificado por el 53 que luce en su carrocería), no solo actúa por su cuenta, sino que desarrolla fabulosas velocidades, ejercita acrobacias y hasta -curioso anticipo de la Christine de Stephen King y John Carpenter- desarrolla celos y destruye a los posibles rivales que Jim se atreve a probar.
La película está llena de gags visuales, acrobacias, intrigas en torno a la posesión de Herbie, y culmina con la inevitable carrera de incierto resultado. Contaba en el papel principal con Dean Jones, actor insustancial y de carrera discreta, y fue dirigida por Robert Stevenson, un artesano fiel a la Disney con clásicos como Las minas del rey Salomón (1937) o Alma rebelde (1944) en su filmografía.
A pesar del revuelo que causó Herbie, las secuelas se hicieron esperar. En Herbie, un volante loco (Herbie rides again, 1974) nuestro vw ayudaba a una viejecita (Helen Hayes) a repeler a un magnate (Keenan Wynn) que pretendía construir un rascacielos en los terrenos de la anciana. La fórmula derivaba, otra vez en manos de Robert Stevenson, en divertimento exclusivamente infantil; pero recuperaba cierto brío con la tercera entrega, Herbie en el Gran Premio de Montecarlo (Herbie goes to Montecarlo, 1977). Dean Jones y el mundo de las carreras tomaban nuevamente el control de Herbie, y el escarabajo llegaba a enamorarse de un Lancia (!). El realizador, Vincent McEveety, repetiría en la cuarta y última parte de la serie, Herbie torero (Herbie goes bananas, 1980), producto ya anacrónico ubicado en Brasil.
Después vendrían la correspondiente serie televisiva, y una producción dirigida asimismo para la pequeña pantalla por Peyton Redd (Abajo el amor). Llamada como el primer filme, The Love Bug (1997) estaba protagonizada ni más ni menos que por Bruce Campbell, el mítico Ash de la saga Posesión Infernal, interpretando aquí a un mecánico en horas bajas cuya suerte cambiará con la posesión accidental de Herbie.
Ahora, en 2005, Herbie prefiere adoptar un tono femenino gracias a Herbie: A tope (Herbie: Fully loaded), que se estrenará en España el 29 de julio. Lindsay Lohan encarna a Maggie Peyton, una joven que pretende seguir la tradición familiar en el mundo de la competición automovilística con la oposición de su padre (Michael Keaton) y la amenaza de un prepotente competidor (Matt Dillon). Dirige Angela Robinson, y llenan la banda sonora viejos éxitos de Van Halen y otros grupos cañeros.