Premonición (Yogen, 2004) forma parte del proyecto Japanese Horror Theater. Seis películas de terror producidas por Takashige Ichise con idénticos presupuestos y rodaje en digital, ya vendidas a cuarenta países aunque sólo se tengan referencias sobre las tres primeras: la aquí comentada, Infección (de Masayuki Ochiai) y Una persona poco común (de Takashi La Maldición Shimizu). De las restantes únicamente ha trascendido que estarán realizadas por Hideo Nakata (Dark Water), Kiyoshi Kurosawa (Kairo) y Hiroshi Takahashi (guionista de Ringu).
Además, Ichise ha anunciado que el J-Horror Theater tendrá más entregas si esta primera tanda de seis filmes cala en el público, y su iniciativa ha sido imitada por otras productoras japonesas con ciclos como el Eiga Bancho Horror o el Kaiki Geki-jo (Teatro del Terror).
Sin duda nos hallamos ante un boom del género al que no es precisamente ajeno su impacto en Occidente. La razón principal, una calidad media muy superior a la que ofrecen productos similares facturados por el cine norteamericano o, sin ir más lejos, la Fantastic Factory. El riesgo, el hartazgo.
Y es que a propósito de Premonición, dirigida por Norio Tsuruta (Ring 0), algunos volverán a resaltar la capacidad del cine de terror japonés para despertar inquietud con elementos dramáticos y visuales mínimos. Otros en cambio mostrarán su irritación ante unas producciones que empiezan a pecar de formularias y arbitrarias. Ambas opiniones tienen fundamento.
La película, basada en el manga de Jiro Tsunoda El Periódico del Terror, arranca con la muerte de una niña. Su padre no podrá evitarlo a pesar de haber tenido en sus manos momentos antes de que ocurriera la tragedia un periódico que le informaba del suceso. Cuando los protagonistas de Premonición descubran el sentido de este y otros recortes de prensa que irán llegando a sus manos, se verán obligados a escoger entre la felicidad que asegura la ignorancia o el fatalismo que trae consigo el conocimiento.
Resulta obligatorio apuntar la precisión y sutilidad con que se desarrolla la historia durante su primera mitad, así como las excelentes interpretaciones de Hiroshi Miami y Noriko Sakai en los papeles principales y el dramatismo que late en la intriga. Los japoneses parecen tomarse todavía en serio sus ficciones, algo que se traduce tanto en el respeto por el sufrimiento de sus personajes como en la ausencia de “guiños cómplices” al espectador que distraigan su temor.
Sin embargo, cuando la atmósfera y lo anecdótico no dan para más y uno espera una conclusión satisfactoria, o al menos alguna explicación, Premonición empieza a girar sobre sí misma, a hilvanar un discurso confuso sobre el destino y el libre albedrío, y a rematar la función de cualquier manera tras unos minutos de vueltas en torno a lo evidente. Este defecto, que ya ha podido sufrirse en filmes como Audición, Old Boy o, en toda su extensión, La Maldición, tiene defensores que entienden no cabe aplicar los aburridos y racionales baremos occidentales sobre la narración al cine oriental. Pero con ese criterio cualquier entrega de Pesadilla en Elm Street, con sus acumulaciones de sueños, realidades alternativas, e idas y venidas varias, rozaría lo genial. Y en unos casos y otros, no nos engañemos, el problema es el mismo: cómo se rellena el metraje estándar de una película a partir de una idea feliz.
En cualquier caso, Premonición está muy por encima del último ejemplo citado. Cumple su propósito de crispar al espectador y hasta emocionarle con las peripecias de sus protagonistas. Vale la pena.