A dos meses del final del curso académico, los alumnos del Liceo Español de Lisboa deben decidir cuál será el destino de su viaje de fin de curso. Por un lado los “pijos” apuestan por un viaje de tipo cultural a París, y en el bando opuesto los más “hippies” se decantan por Benidorm como lugar perfecto para poder dedicarse de pleno a festear como locos después de tirarse todo el año estudiando. En medio de los dos grupos y con intereses en ambos se halla Jaime (Jordi Vilches), al que por tanto le va a costar horrores decidirse por dar su voto a unos u otros. Fin de curso, segunda película dirigida por Miguel Martí tras Slam, nos narra los bandazos que el pobre Jaime va dando hasta tomar su decisión final. De ser el hombre invisible y pasar desapercibido para sus compañeros irá progresando hasta triunfar con las mujeres y ostentar una posición de poder que le hará sentir que su vida no es tan aburrida como unos meses atrás, metiéndose en algunos líos y probando todo tipo de cosas que antes sólo conocía de oídas.
Tras el visionado del trailer de esta cinta, uno se temía lo peor: una cinta de gamberradas juveniles repleta de sexo, drogas y rock and roll que a buen seguro haría las delicias de los adolescentes más descerebrados mientras que provocaba reacciones airadas de los amantes del buen cine (con decir que los primeros cinco minutos de la película están dedicados a las peripecias que sufre el protagonista mientras intenta masturbarse supongo que queda claro por dónde voy). Y algo de eso hay, pero a fin de cuentas lo que importa en esto del cine es que la historia esté más o menos bien contada, y si encima en estas comedietas puedes echarte un par de risas ya puedes decir que has salido de la sala satisfecho.
Total, que va avanzando el metraje y se descubre uno bien metido en la historia, sin apasionarse demasiado por ella pero tampoco sin sentir vergüenza ajena ante lo que va sucediendo. La música suena bien fuerte para ilustrar algunos pasajes que parecen sacados de vídeos de skateboard, pero tampoco agobia. El lenguaje que usan los personajes y la interpretación de los actores es correcta. Abundan los toques de humor, con chistes normalitos y otros más cafres. El ritmo está muy bien medido, fruto de una buena planificación. Así que sumando todos estos aspectos van pasando los minutos y cuando te quieres dar cuenta empiezan a desfilar los títulos de crédito y has pasado hora y media bastante agradable con un producto por el que a priori no hubieras apostado nada. ¿Quién pide más, viendo lo que podía haber hecho con los mismos elementos otro realizador menos cuidadoso? Desde luego, el que esto suscribe no.