Hay trailers de determinadas películas que asustan y te hacen esperar lo peor de las cintas de las que sirven de avance. Por suerte, cuando tus expectativas son nulas o directamente negativas suele ocurrir que al final no te lo pasas tan mal en la sala cinematográfica como habrías imaginado. Esto es más o menos lo que le sucede a Adivina quién, del poco reseñable director Kevin Rodney Sullivan, al menos durante su primera hora de metraje. Tenemos a Simon (Ashton Kutcher), un joven blanco que va a acudir con su novia negra a casa de los padres de ella para conocer a sus futuros suegros. Si ya es difícil caerle bien a los padres de tu novia, es mucho más complicado para Simon, ya que tanto Percy Jones (Bernie Mac) como su esposa Marilyn (Judith Scott) ignoraban el hecho de que el novio de su hija mayor fuera blanco.
A partir de ahí asistimos al acoso y derribo que el padre ejerce sobre su futuro yerno (diseñado para acabar con la paciencia del más pintado), que inevitablemente nos remite al Robert de Niro de Los padres de ella, sólo que no tan llevado al extremo. Bernie Mac cumple sobradamente con su papel de padre protector, y se come con patatas al soso de Ashton Kutcher, cuyo papel podría haber hecho cualquier otro guapetón hollywoodiense del estilo de Josh Hartnett o similares con iguales resultados de cara al espectador. Aunque en general la cosa nos resulte demasiado forzada y previsible, algunas frases tienen cierta gracia (¿Hace un mes ya sabía usted que iba a echarme de su casa?, le dice un sorprendido Simon a su suegro. Sabía que iba a echarte de mi casa desde que me dijeron: “Es una niña”, le replica Percy.)
Por desgracia, transcurrida la primera hora parece que el guión ha quemado todos los cartuchos de que disponía y a partir de ese instante la historia pasa a dar vueltas y más vueltas sobre los mismos puntos, regodeándose en su condición de comedia romántica formulaica, abusando de todos los tópicos propios del género, y además sirviéndose de una larga sucesión de aburridas escenas que no llegan a a ningún lado, con la única excusa de rellenar metraje para poder dar con una conclusión satisfactoria para el espectador en casi dos horas de duración total. De una comedieta previsible pero no directamente condenable pasamos en cuestión de minutos a una tediosa sarta de tópicos y al hastío más mortal que uno puede imaginarse en una sala de cine. De la tensión racial de Adivina quién viene esta noche (William Rose, 1967) apenas queda nada, y al final tenemos que echar este film en el saco de los productos absolutamente prescindibles y anodinos, junto a tantos otros. Al final quizá el trailer no engañaba.