Seis quinceañeras sufren en un internado las iras de una monja obsesionada con el pecado y el martirio. Como adultas, cuando creen que han logrado enterrar los hechos más tortuosos de su pasado, las antiguas alumnas de la religiosa empiezan a morir una detrás de otra. La hija de una de ellas intentará resolver el misterio.
No es muy creativo reseñar una película refiriéndola a otras. Pero qué se le va a hacer si más allá de su delirante planteamiento argumental, lleno de resonancias católicas y útil a la hora de intentar recordarla dentro de seis meses, La Monja resulta un subproducto terrorífico que se limita a mezclar otros filmes -alguno de ellos citado con descaro en la ficción- sin aportar nada novedoso. En resumen: La Monja es en su primera mitad un combinado de Sé lo que hicisteis el último verano y The Ring, al que se añade en sus últimos minutos algo de Viernes 13.
Uno se pregunta si los esfuerzos de los profesionales que trabajan para la Fantastic Factory y demás empresas del ramo tienen algún sentido, más allá de proporcionarles sustento. Se supone que el cine, con todas sus limitaciones industriales, es un medio creativo en el que cabe aportar algo de cosecha propia. ¿Qué sentido tiene dedicarse al guión o la dirección de cine para luego fabricar productos tan miméticos y tan banales? ¿Se puede camuflar la falta de ambición o de talento apelando al carácter de "divertimento" de las películas que se facturan? ¿Se puede declarar amor por el cine y luego contribuir a su degradación con filmes tan prescindibles como La Monja? ¿Puede colar todavía lo de la "técnica" y el "buen hacer" para enmascarar la inutilidad esencial de lo producido?
Estas son las preguntas que le rondan a uno cuando sale de ver La Monja. O cuando contempla la ristra de estrenos semanales y los puede describir sin haberlos visto. O cuando se da cuenta de que la última gran película que disfrutó fue en DVD: El hombre que amaba a las mujeres, de François Truffaut. Que fue, por cierto, quien dijo aquello de que "hay películas técnicamente muy bien realizadas, pero de un vacío y de una sequía interiores que da pena. Para mí es mucho más importante la inspiración, las ganas de decir algo, de hacer algo. Lo demás es menos importante". Lo demás sobra.