Garci es un cineasta de talento discutido. Su cine entusiasma a gran parte de la crítica mientras que al amplio espectro del público lo suele dejar frio y aburrido. No puede negársele un gran talento para contar historias, pero normalmente esas historias que cuenta no tienen de entrada ningún interés para un público acostumbrado a un cine que muestra más de lo que esconde, lleno de efectos especiales, de emociones intensas y golpes de efecto. Garci desnuda al cine de todo lo banal, y lo reduce a su esencia más pura. Su última película, Ninette es una buena muestra de ello: la acción comienza en París, pero su director renuncia a los recurrentes planos de la Torre Eiffel, a las secuencias-postal que se espera ver en una comedia romántica rodada en la ciudad del amor, desarrollándose la trama entre cuatro opresores paredes, las paredes entre las que la posesiva y manipuladora Ninette mantiene “preso” a su amado, un hombre sencillo recién llegado de Murcia.
Puede que la explicación a esto sea la falta de dinero, o simplemente que la película se basa en dos obras de teatro(Ninette y un señor de Murcia y Ninette, modas de París de Miguel Mihura) pero da pie a que la historia se centre más en los personajes, en la relación que se desarrolla entre estos dos desconocidos sedientos de amor, y avance a medida que lo hacen sus vidas, variando de escenario -de París a Murcia- sin que se note más que en el cambio de una casa a otra, y en el ambiente, uno liberal y hedonista, otro opresor y rancio.
La cinta acierta en el reflejo de la situación social de la época de los años cincuenta, y centrada en los personajes es en ellos y no en su entorno o sus acciones en los que descansa el peso de la trama. La elección de Elsa Pataky para el papel protagonista no podía haber sido más acertada. La sex-symbol patria refleja con sólo una mirada la picardía y falsa inocencia de la bella francesa. Es cierto que su falso acento francés chirría en algunas ocasiones, y que su actuación desluce al lado del gran papel que hace el siempre correcto Carlos Hipólito, pero si la cinta se mantiene en pie es gracias a su turbadora presencia y a que da credibilidad a un personaje sin el cual no habría película.
El resto de los elementos es puro Garci: un puñado de buenos secundarios, buen empaque musical, regusto a cine clásico… y un lento, lento desarrollo, que no desespera como en ocasiones anteriores (You're the One) pero si hace perder un poco el interés por una comedia que tiene auténticos toques de genialidad, ensombrecidos por la excesiva duración -no en vano está basada no en una sino en dos obras- y por unas pinceladas en la segunda mitad del metraje que recuerdan a las películas del destape y a Mariano Ozores gritando “¡qué vienen las suecas!”. En resumidas cuentas, una película especialmente hecha para fans de Garci, o de Elsa Pataky.