Martin Scorsese ejerció hace un par de años la labor de productor en siete películas documentales sobre el mundo del blues. Entre los directores implicados en el proyecto se hallaban Mike Figgis, Clint Eastwood, el propio Scorsese o el alemán Wim Wenders. Justo ahora se estrena en nuestras pantallas The soul of a man, el documental realizado por este último. En la cinta se nos cuenta la trayectoria de tres intérpretes de blues relativamente desconocidos (o al menos a quien esto suscribe, bastante lego en la materia, no le sonaban de nada): Blind Willie Johnson, Skip James y J.B. Lenoir, pero cuya contribución a la historia de uno de los géneros musicales más influyentes del siglo XX es incuestionable, según los expertos y según la propia NASA, que decidió incluir un tema del primero de los intérpretes nombrados en el Voyager, hace ya 27 años, por si alguna inteligencia alienígena quería saber de qué somos capaces los humanos.
La voz en off de Lawrence Fishburne nos va guiando a través de los acontecimientos vitales y las creaciones musicales de estos tres grandes bluesmen cuyas aportaciones al género hicieron que éste progresara hasta ser lo que hoy en día conocemos. Como contrapunto a las ya antiguas interpretaciones de los tres músicos, la película se ve salpicada por nuevas versiones realizadas ex profeso por no menos importantes artistas actuales: The Jon Spencer Blues Explosion, Beck, Nick Cave & The Bad Seeds o Lou Reed, entre muchos otros, se encargan de mostrarnos que por muy anticuadas que puedan sonarnos las versiones originales (algunas de ellas fueron creadas hace 60 años), aún siguen teniendo validez si se les da un toque más moderno, ya sea respetando su desnudez o imprimiéndole un toque de visceralidad.
En cuanto a la realización, Wim Wenders emplea bastantes imágenes de archivo, pero principalmente crea material que nos hace pasar como ajeno: filmaciones de los tres músicos tocando en la calle o en el estudio de grabación, imágenes de alguno de sus viajes... Para ello el director deteriora a propósito el celuloide (a veces hay subidas y bajadas en la luz, como si estuviéramos viendo una película antigua ya algo tocada por el tiempo), y hasta se atreve de forma original a introducir cuadros de texto al estilo del cine mudo. Todo ello contribuye de forma acertada a crear la atmósfera requerida por la cinta.
Un aspecto a discutir es si se debería haber recortado el número de canciones usadas, ya que el público general puede asustarse a las primeras de cambio y abandonar la sala, dejando en ella sólo a los iniciados en este estilo musical, aunque estos últimos seguro que estarán contentos con la versión estrenada. Lo que sí se me antoja un error grave es no haber traducido al castellano las letras de las canciones: siendo el blues un fiel reflejo de la sociedad, hubiera ayudado a establecer una clara correlación entre los tres músicos negros y lo que contaban en sus canciones acerca del mundo que les había tocado vivir.