La Motion Picture Association of America (MPAA) ha expresado su disconformidad con la promoción que la productora y distribuidora Lions Gate Films ha facilitado a las páginas webs norteamericanas sobre Saw 2, continuación de uno de los filmes de psycho-killers más exitosos del pasado año que se estrenará el 28 de octubre.
La publicidad de la secuela incluía dos dedos amputados y putrefactos para señalar su condición de segunda parte. Ya cuando se estrenó en EE.UU. y España la primera parte los carteles mostraban miembros humanos, pero se ocultaba el hecho de que estaban cortados, detalle que sí pudieron disfrutar los curtidos aficionados asiáticos.
La MPAA ha hecho público además que no había tenido acceso al contenido de semejantes anuncios, que ha considerado inaceptables para los standards de la Asociación. De inmediato, Lions Gate ha solicitado la retirada de la publicidad tanto a las páginas que la habían expuesto como a las salas donde también se había enviado.
La MPAA es una institución privada cuyas decisiones no son vinculantes para las productoras norteamericanas, pero las siete grandes –Walt Disney/Buenavista, Sony, Paramount, MGM, Warner Bros., Universal y 20th Century Fox- pertenecen a la Asociación y acatan su sistema de clasificación moral, que aparece en los filmes y su publicidad, así como sus opiniones sobre sus contenidos. La MPAA constituye en la práctica un organismo autorregulador con el que el cine americano protege sus intereses y su imagen frente a las mayorías morales que tienen a las películas en su punto de mira desde que nacieron.
Orgías, sobredosis y asesinatos en la realidad, códigos de censura para la ficción
Efectivamente, entre 1895 y 1920 no existió en EE.UU. un veto general contra el cine. Eran juntas locales las encargadas de cribar lo que llegaba a las pantallas. Pero en los alegres años 20 se sucedieron tres escándalos que hicieron de Hollywood un nido de maldad para todo el país: La actriz Virginia Rappe murió en extrañas circunstancias durante una “fiesta salvaje” organizada por el célebre cómico Roscoe Fatty Arbuckle; otro actor popular, Wallace Reid, murió como consecuencia de una sobredosis; y un director de cine, William Desmond Taylor, desveló una vida de perdición al ser asesinado.
La presión mediática obligó a las grandes productoras a fundar en 1922 la MPAA. La Asociación se ocuparía de proyectar una imagen positiva de la industria mediante la creación de un código que detallaba minuciosamente lo que no se podía mostrar en los filmes. Este código de producción, conocido como Código Hays por ser William Hays el primer dirigente de la MPAA, no fue tomado muy en serio hasta 1934, año en el que se constituyó la Legión Católica de la Decencia, que tenía un gran poder para boicotear las películas consideradas inmorales según su punto de vista.
Desde ese momento y durante más de treinta años, el Código censuró cualquier referencia cinematográfica a la homosexualidad, el sexo prematrimonial, la prostitución, las ofensas a la religión, las relaciones interraciales… y prohibió la visualización de desnudos, bailes “sugestivos”, uso de drogas, nacimientos, enfermedades venéreas y palabras ofensivas. Un “certificado” garantizaba a los espectadores que el Código había ejercido su autoridad sobre la película en cuestión.
Todas estas limitaciones imponían a los guionistas y directores corsés creativos cuyas costuras empezaron a reventar a finales de la década de los 50 debido a los cambios de costumbres, la desaparición del sistema de estudios como monopolio, la competencia de la televisión, la influencia del cine europeo y el atrevimiento de realizadores como Otto Preminger o Alfred Hitchcock.
“Me pido la R”
Finalmente, y con la llegada a la presidencia de la MPAA en 1966 de Jack Valenti, el Código se derogó y en su lugar se aprobó un sistema de calificación moral de varios grados que ha cambiado con el tiempo hasta ser hoy el siguiente: G (todos los públicos), PG (los padres deberían prestar atención), PG-13 (algunos aspectos del filme pueden ser inapropiados para menores de 13 años), R (los menores de 17 años han de estar acompañados por un mayor de edad) y NC-17 (los menores de 17 años no podrán entrar en ningún caso).
Las decisiones sobre la calificación de las películas las toma un comité de “ciudadanos modelo” contratados a tal efecto por la MPAA. Como hemos comentado, una película podría estrenarse o anunciarse sin la clasificación, pero sería un suicidio comercial. Los medios no se atreverían a publicitarla ni las salas a exhibirla. Lo mismo pasa con un filme clasificado NC-17, nivel que sustituyó al antaño vigente X y conlleva el estigma de la perdición. Stanley Kubrick tuvo que manipular algunos planos de su última película, Eyes Wide Shut, para que recibiera la clasificación R y no la NC-17.
Los cineastas mantienen una relación de amor/odio con la MPAA. Por una parte consideran inaceptable que un grupo de ciudadanos anónimos determine la integridad y la viabilidad de una obra de arte. Por otra juegan con el contenido a fin de lograr una clasificación u otra. A menos que se trate de una película para niños, casi todos buscan una clasificación R, pues es la que menos limita el tipo de público asistente.
“Saw”, el criminal más absurdo
De manera que Saw 2 tendrá que cambiar o modificar su publicidad si no quiere desatar las iras de los ciudadanos bienpensantes. Lástima que no exista ningún comité que vete guiones, nos habríamos ahorrado ya en su momento la primera parte. Recordemos que Saw contaba los planes megalomaníacos de un criminal que no liquidaba a nadie, sino que ponía a sus víctimas en situaciones desesperadas para que se matasen entre ellas y aprendiesen así el verdadero valor de la vida (?).
La total inverosimilitud de aquella historia, que arrancaba con dos inocentes encerrados en una habitación, se dispara en Saw 2, que empezará con ocho desconocidos atrapados en una situación que les obligará a luchar por su vida contra los demás. Prudentemente, los responsables de Saw (James Wan y Leigh Whannell) se han embarcado en otro proyecto de terror llamado Silence y se han limitado a ejercer en Saw 2 como productores y argumentistas, dejando el grueso del trabajo en manos de un tal Darren Lynn Bousman, director y co-guionista.