La amable y atractiva bruja de los 60 alcanzó las 8 temporadas a pesar del cambio de su partenaire, y sus emisiones se siguen reproduciendo en eterno refrito por cadenas de todo el mundo.
La forma en que las productoras se lanzan a los filones ha estado siempre caracterizada por una voracidad indecorosa, por una tendencia a acabar con ellos cuanto antes a base de sacarles con urgencia el máximo rendimiento. Son capaces de agotar un género –o interpretar que se ha alcanzado ese agotamiento– y dejarlo en la recámara durante años con la excusa de que el público ha cambiado de gustos. Si durante una época lo que se lleva es el cine de barcos y piratas o los vengadores de western, habrá que presenciar pacientemente varios por temporada; si el cine de acción es lo que más exprime los bolsillos del público después, te llenan una década de aventuras de hieráticos culturistas enfrentados al lado malvado del mundo, y tan tranquilos.
Si hay dos tendencias que destacan especialmente en los últimos tiempos, una es la del anteriormente infrautilizado recurso del cómic, y otra la de los símbolos nostálgicos televisivos. No hay que ir demasiado lejos a buscar ejemplos, de la primera tenemos a Batman Begins y Los 4 fantásticos como los más recientes representantes del traslado viñetero, y en cuanto a la segunda la semana anterior al estreno de Embrujada ya se citaban desde esta publicación varios casos a propósito de la desdeñable 2 Chalados y muchas curvas. Con tan claro uso de la crematística, no habrá hueco televisivo de décadas anteriores que no acabé siguiendo sus pasos, y no es de extrañar que ya se hayan venido nombrando cosas como El equipo A o El Coche Fantástico (supuestamente protagonizada por Ben Affleck). El motivo es claro: a la campaña promocional le viene bien tener un recurso adicional de contacto con el público amén de mayores facilidades para conectar con él cuando su nombre ya se conoce.
Lo cierto es que los resultados de la fórmula acaban siendo buenos o malos dependiendo sólo de la motivación de los encargados del proyecto y de la fortuna a la hora de elegirlos, aún cuando el verdadero protagonismo recaiga después en el departamento de marketing. En el caso concreto, la idea de recuperar a Samantha no es nueva. La amable y atractiva bruja de los 60 que alcanzó las 8 temporadas a pesar del cambio de su partenaire (Dick York por Dick Sargent), y cuyas emisiones se siguen reproduciendo en eterno refrito por cadenas de todo el mundo, tuvo ya una intentona de adaptación con Ted Bessell como realizador en el año 96. Pero tras su fallecimiento el proyecto cambió radicalmente al ir a parar años después a las manos de Nora Ephron. La célebre autora de Algo para recordar y Tienes un e-mail cambió el planteamiento para profundizar en un juego argumental que relacione la cinta con la propia serie, tratando su carácter de fenómeno de forma que la ficción previa se presente como una realidad tangible en la que creer con inocencia.
Con el peso de su nombre y los réditos previos ha podido contar con la omnímoda Nicole Kidman, una garantía en la taquilla y que bien se ha ganado un descanso por un claro exceso de proyectos prescindibles en la última época. Michael Caine aporta su clase ejerciendo del padre brujo que trata de asesorarla e inyectarle algo de su particular sentido común, y en lo que es el primer traspies, Will Ferrell será su confusa pareja como vulgar mortal. Después de un digno papel en Melinda \& Melinda (dando vida al personaje que le correspondía a Woody Allen), ahora es un histriónico descerebrado que trata de ejercer de Jim Carrey, quien era la elección principal y al que se dirigía un guión hecho totalmente a su medida (como curiosidad tras descartarle, se rumoreó que podría recaer en Mike Myers). Con su machacona imitación se hace muy pronto estomagante, mucho antes incluso de agotar la paciencia sumergiéndose en las melosas profundidades de un enamoramiento empalagoso.
A pesar de su aportación, lo peor de Embrujada no viene de él, si no de la falta de tensión argumental cimentada vagamente en tibias dudas del destino amoroso bruja-mortal, la facilidad para justificar y tomar giros en base a la magia inconsecuente de la protagonista, y en esa sensación de que se está hablando de una serie de culto del pasado, y que por ello cualquier referencia a la misma aún cuando venga con calzador ha de tener un lugar y un sentido. Puesto que el desenlace cuadriculado se apoya cómodamente sobre bostezos, lo único que queda es alguna risa obtenida con sencillez o reincidencia, y una cierta incomprensión por el regreso innecesario. Aunque como ha quedado claro, ni es el único caso ni está cerca de concluir. La taquilla manda, y el sistema debe seguir funcionando.