Hoy por hoy muchas películas de terror parecen haber renunciado a todo lo que no sea inducir en el público mal cuerpo. Se suceden cintas como El Proyecto de la Bruja de Blair, Saw, Open Water, My Little Eye, Creep o The Hole, que sólo aportan variaciones en torno al mismo tema: las desventuras de dos o más personajes arrojados a una situación ingeniosa y cruel en la que sufrirán espantosamente hasta agotar un metraje estándar.
¿Y dónde mete el guionista y director Neil Marshall (Dog Soldiers, 2002) a las seis repelentes jovencitas de The Descent? Pues desdeñando todas y cada una de las normas dictadas por la espeleología, el género y el sentido común, en unas cuevas inexploradas donde tardarán cinco minutos en quedar atrapadas. Como escritor Marshall pide quizás demasiado, que se transija en nombre del miedo con un planteamiento inverosímil, con un desarrollo delirante -el encontronazo de las chicas con una especie de humanoides ciegos y caníbales- y con numerosos tópicos: un accidente ocurrido tiempo atrás que traumatiza a la protagonista; los sustos fáciles; los restos de anteriores víctimas; la inevitable cámara de vídeo que acaba grabando cuarto y mitad de vísceras; el encanallamiento de las supervivientes; las escenas oníricas y el final pretencioso…
A cambio, Marshall intenta como realizador compensar tanta simpleza jugando con el gore, con la luz vacilante de cascos, linternas y antorchas, y con la claustrofobia y la peligrosidad inherentes a las grutas. Pero no lo consigue. Pese a mantenernos en vilo no salva la descompensación entre la historia y su puesta en escena. Y tampoco acierta siempre en lo visual, ya que el acostumbrado montaje epiléptico de las escenas más tensas termina por hacerlas ilegibles.
Por lo tanto, The Descent depende mucho de las expectativas del espectador. A quien le baste con agarrarse a la butaca o al brazo del acompañante hasta deformarlos puede que le compense pasar por taquilla. Pero si se pretende descubrir una joya del cine fantástico –así andan calificando algunos la película- la decepción está asegurada.