Una sala medio vacía, poblada sólo por confundidos espectadores, que van desertando paulatinamente. La esperanza de otra muestra de los recientes éxitos del cine francés y de sus comedias, se vienen abajo al ver que ni nuestro querido Idiota (esta vez, ya cenadito) hace un mínimo de gracia en este esperpento intencionado.
La aspiración de reunir a la crème de la crème de la actuación francesa, para hacer hablar a su cine por sus actores sin más intermediación que la del puro surrealismo, construye un permanente diálogo de besugos tan anárquico como reiterativo, que decae tan pronto como se empieza a añorar una ligera trama que aquí se ha optado por evitar. La sucesión de protagonistas para dar relevo a otras figurillas cinefilas, se sucede a golpes de gags poco variados, repitiendo fórmula para filtrar mensajes de un patético victimismo gremial, por bocas de privilegiados socialmente que han sido introducidos a presión en este cóctel intratable.
Si un corto habría creado la lógica apatía complaciente que se espera frecuentemente por sus características, aquí no basta con decirlo una vez. Más y más de lo mismo, más verborrea al servicio de la diarrea pretenciosa, insoportable para los escasos ojos allí presentes, resistiendo la tentación de salir corriendo, o de acabar durmiendo.
Algunos no podrán evitar hablar maravillas de los mensajes que filtran, de sus bocas brotarán múltiples interpretaciones tan obvias como inevitables de cazar por la reiteración de lo dicho. Y es que encontrando demasiada tentación en la marginalidad de profesar algo de admiración por esta empanada, seguro que alguien llegará a disfrutar del tedioso aburrimiento, y a divertirse viendo crecer en silencio su autoestima.