La vida de los pueblos de la América profunda ha quedado plasmada en infinidad de ocasiones, como fiel reflejo de toda una sociedad atrapada en pequeños microcosmos. Ejemplos dignos recientes los encontramos en The Station Agent de Thomas McCarthy y en Garden State de Zach Braff. En el caso de Wilby wonderfull, el lugar en el que aparentemente no sucede nada se sitúa en Canadá, donde los personajes se ven sacudidos por circunstancias que rompen su apacible existencia. Temas como la homosexualidad, el suicidio, las infidelidades y la corrupción se dan allí cita a un ritmo al más puro estilo indi: presentación de unos personajes que esconden mucho más de lo que muestran, se reserva un espacio dedicado a los silencios fundamentales en este tipo de películas, y como no, la aparición de alguna que otra excentricidad -en este caso no tan remarcada como en otras producciones con el mismo sello- y todo ello envuelto en un halo intimista donde se resuelven las situaciones a golpe de imprescindible música pop.
Las personalidades propias de film coral van hilvanando el discurso de manera que poco a poco van conociéndose las inquietudes de los protagonistas, motivo que les lleva a conectar directamente con el pasado a la vez que ejerce un peso fundamental para entender sus acciones posteriores.
Daniel Maclvor, que debutó en la pantalla grande con la inédita en nuestro país Past Perfect, no se complica demasiado la vida y compone así un agradable fresco en el que nada destaca notablemente y que sigue por derroteros ya conocidos de antemano. Maclvor traza una línea discursiva de la que no se baja en todo el metraje, sin riesgos en la puesta en escena ni salidas de tono, discurriendo el relato de la forma más anodina.
No obstante conviene destacar el reparto, un elenco poco conocido por el gran público -la más reconocible es Sandra Oh, sobresaliente en Entre copas de Alexander Payne- que aquí realiza una labor impecable en esta, digamos comedia dramática. Por incluirla en algún género concreto, porque pensándolo mejor, no funciona demasiado ni como comedia ni como drama.
El resultado mantiene al espectador en el limbo emocional dado que no consigue tocar la vena sensible del respetable, dejándole una sensación desangelada que acaba olvidando al poco de salir de la sala de proyección.
Wilby Wonderfull podría haber sido y no lo es, pero después de todo no deja con mal sabor de boca, aunque éste vaya desapareciendo irremediablemente.