Era 1968 y el cine fantástico vivía un momento cumbre. Películas como “'2001: Una odisea en el espacio'”, “'La Semilla del Diablo'” y “'El Planeta de los Simios'” triunfaban en taquilla y sentaban precedentes. Pero sin que nadie lo advirtiese un pequeño film de ínfimo presupuesto acerca de la entonces poco usada figura del muerto viviente saltó a la palestra adquiriendo rápidamente la consideración de fenómeno de culto. Ahora, 37 años después, George A. Romero vuelve al subgénero que él mismo creo para demostrar que sus muertos siguen mas vivos que nunca.
Al principio fue la noche...
George Andrew Romero, nieto de emigrantes gallegos, nació en Nueva York en 1940. Tras dar sus primeros pasos en el cine como ayudante de producción en varias películas de Alfred Hitchcock fundó su propia compañía para la producción de documentales y anuncios. Ávido lector de literatura fantástica y de los comics de la E.C. decidió decantarse por el terror a la hora de afrontar su debut como realizador cinematográfico.
La base del film fue un relato escrito por el propio director titulado “Anubis” (la deidad egipcia de la muerte) en el que los muertos vuelven a la vida dando inicio así al fin del mundo. El guión, a partir de la citada historia de Romero, fue responsabilidad de John A. Russo -lo cual provocaría, años después un enfrentamiento entre ambos por la autoría del film-.
En el se narraba las peripecias de un grupo de personajes que, perseguidos por una serie de extraños individuos, deciden refugiarse en una casa en el campo donde pronto son asediados por lo que se revela como una plaga de muertos vivientes de caníbales apetitos. Con un origen desconocido, el fenómeno parece tener lugar por todo el país.
Rodada en blanco y negro, con un presupuesto ínfimo (la sangre utilizada era en realidad... ¡Chocolate!) y unos actores y técnicos en su mayoría debutantes, Romero esperaba rentabilizar el film en taquilla lo suficiente como para atraer la atención de los estudios cara a nuevos proyectos pero, ni en sus sueños mas locos, pudo haber imaginado el resultado. “La Noche de los Muertos Vivientes” se convirtió en el éxito sorpresa de la temporada, dando además el pistoletazo de salida a una nueva generación de cineastas (John Carpenter, Toobe Hooper, Joe Dante o el propio Romero) que renovarían significativamente el género.
Y es que mas allá del puro entretenimiento Romero dotó a la película de un carácter de crítica social a través del comportamiento de sus personajes, tanto los muertos (los zombis, esas masas uniformes y sin personalidad, sin mayores aspiraciones ni razón que satisfacer la necesidad mas básica: el hambre) como los vivos (la impactante resolución, donde el único superviviente, el afroamericano Ben es liquidado súbitamente por una partida de exterminadores al creerle un zombi), dando lugar a una fábula con moraleja abierta a la interpretación, siendo esta un aspecto mucho mas acentuado en las secuelas.
Todo ello sin olvidar la renovación -que no creación, como así atestiguan películas anteriores a la de Romero como “Yo anduve con un zombi” o “La Legión de los hombres sin alma”- del zombi, uno de los arquetipos del horror cinematográfico de mayor arraigo en la audiencia, despojado aquí de sus raíces caribeñas y vuduistas y dotado de una de sus características mas escalofriantes: el canibalismo.