Para que luego haya quien diga que es difícil contar una historia en poco tiempo. Los encargados de realizar el trailer de Cinderella man han conseguido concentrar en apenas dos minutos toda la trama de la mentada película, dejándonos sólo pendientes de la resolución final. Para más inri, si alguien quiere ahorrarse las dos horas y media de visionado de la cinta le basta con leer el subtítulo que le han puesto los distribuidores aquí (El hombre que no se dejó tumbar) para prácticamente acabar de saber cómo concluye la historia. Es indudable que da mucha rabia ir a ver un film que nos han destripado de antemano, pero así al menos podemos concentrarnos en otros aspectos del mismo en los que de otro modo quizá no habríamos reparado.
Cinderella man es la biografía de James J. Braddock, boxeador de renombre en Estados Unidos a finales de la década de los 20 del siglo pasado. Cuando la Gran Depresión cae sobre dicho país y sus efectos se hacen notar en las economías de muchos de sus ciudadanos, Braddock lo pierde todo y debe empezar de cero, ocupándose de su mujer y sus tres hijos a base de trabajos de mala muerte, malviviendo en una casucha. Tras un largo período de sufrimiento económico y moral, el irlandés finalmente tendrá su oportunidad de regresar al cuadrilátero y de revivir hazañas pasadas.
Nos hallamos ante una película de esas que son tan apreciadas por los académicos de Hollywood a la hora de las nominaciones a los Oscars: grandes historias basadas en hechos reales que nos hablan de sacrificio y superación personal “a la americana”, con interpretaciones de esas que conllevan muchas horas de preparación previa (eso sí, nada que objetar a los destacables trabajos de Russell Crowe, y especialmente de Paul Giamatti como el manager del boxeador). También está presente a lo largo de todo el metraje, ayudada por la grandilocuente música de Thomas Newman, esa épica capaz de elevar a la más alta cota el acto más nimio de los personajes, que nos va manipulando para que sintamos exactamente lo que los responsables de la película quieren que sintamos.
Molesta bastante el tono maniqueo de la cinta, ese enfrentamiento “pobres contra ricos” (es decir, “buenos contra malos”) que se ve reforzado por la bondad y honestidad del personaje principal, cuya única pretensión es que su familia salga adelante, sin apartarse nunca del camino honrado por muy mal que se le lleguen a poner las cosas. Todo un santo varón, como convenientemente nos recalcan las escenas en la iglesia, cuando la gente se reúne a rezar para que Braddock gane un combate. Lástima que, reflexionando, nos damos cuenta de que esos “ricos malos” (los dueños de Universal Pictures en este caso) son los que van a forrarse aún más si cabe contándonos el cuento del pobre hombre que da su merecido a los malvados capitalistas. Y los espectadores salen tan satisfechos de la sala, creyendo que se ha hecho justicia en el mundo.
Eso sí, si sólo pretendes ver Cinderella man para pasar un rato entretenido es posible que logres tu objetivo: a pesar de su larga duración no se hace excesivamente pesada y, salvando las inevitables escenas familiares entre Braddock y su mujer (interpretada por Renée Zellweger), en general cumple como entretenimiento hueco excelentemente facturado. No en vano se esconde tras la cámara el discreto Ron Howard, responsable de productos por suerte siempre algo alejados de la vergüenza ajena como Desapariciones, Apolo XIII o Una mente maravillosa, donde ya había dirigido a Russell Crowe. A destacar las filmaciones de los combates de Braddock, que consiguen enganchar al espectador a la butaca pese a las retransmisiones radiofónicas que acompañan a los mismos, a veces un tanto cargantes.