Las desgracias nunca vienen solas, debe pensar George W. Bush. Por si el presidente de los Estados Unidos no tuviera suficientes quebraderos de cabeza debido a la guerra en Irak y los efectos del huracán Katrina, vuelven a la carga los más conocidos representantes del género documental subjetivo. Tanto Michael Moore (Fahrenheit 9/11) como Morgan Spurlock (Super Size Me) abordarán en sus próximos proyectos más aspectos escabrosos de la sociedad estadounidense.
Moore ya había criticado la política laboral de las grandes empresas en Roger & Me, el lobby armamentístico en Bowling for Columbine y a la mismísima familia Bush en la citada Fahrenheit 9/11. Ahora su oronda figura se enfrenta a la industria de la salud, a las compañías farmacéuticas y de seguros, y a los poderes públicos que en teoría las controlan. El terror a Moore es tal que las seis mayores empresas dedicadas en EE.UU. a la salud han transmitido instrucciones a sus empleados para que no se dejen engañar y no se confiesen ni al cineasta ni a desconocidos. No sabemos si este requerimiento tendrá importancia, pues Moore ha declarado que no necesita forzar testimonios: “Se me han ofrecido numerosos médicos que desean colaborar desinteresadamente en la denuncia del sistema”.
El film se llamará Sicko y se estrenará en la primavera de 2006, a tiempo para ser exhibido en Sundance o en el Festival de Cannes. Su director también tiene en cartera Fahrenheit 9/11 1/2, otro documental con el que seguiría tratando de convencer a sus compatriotas sobre la incompetencia de Bush.
Por su parte, Morgan Spurlock parece haber recuperado la forma física que perdió filmando durante treinta días su propia degradación física a base de comida rápida en Super Size Me. En cualquier caso le sacó beneficio, pues el éxito del film le permitió la producción de una serie televisiva basada en el mismo esquema, 30 Days. En cada capítulo de 30 Days asistíamos a las aventuras durante un mes de cualquiera de nosotros en un ambiente ajeno al nuestro. El mismo Spurlock vivió durante ese tiempo en un suburbio de Columbus (Ohio) prácticamente como un homeless, mientras que otros protagonistas de la serie probaban a ejercer de musulmanes, trabajar en un gran almacén o ingresar en prisión.
Pero Spurlock no olvida la gran pantalla. Con el apoyo de los productores de su primera película investigará en Class Act la degradación del Art Education Program, un programa que pretende inculcar a los alumnos la conveniencia de prestar atención al arte y la cultura aunque tales materias no parezcan producir beneficios inmediatos. Desgraciadamente cada vez es menos aplicado en las escuelas americanas.