La gélida puesta en escena de Vodka lemon esconde el caluroso retrato de dos almas solitarias que se conocen quitando la escarcha formada en las tumbas de sus respectivos cónyuges. La acción se sitúa en la República de Armenia, concretamente en un pueblo alejado de la mano de Dios donde convive el drama cotidiano de un conjunto variopinto de vecinos.
Si la primera impresión parece inclinarse por el dramón caucásico, enseguida se percata uno de que por ahí no van los tiros. Ya en la primera escena vemos a un anciano tumbado en una cama tirada por un trineo que acaba parando en la celebración de un funeral. En ese momento nos viene a la cabeza el gran Kusturica y su humor surrealista. No obstante, esos toques de humor no hacen desaparecer el indudable poso melancólico que inunda a esta pequeña producción que se ha paseado por múltiples festivales con gran éxito de crítica (se llevó el premio a la mejor película en la sección contracorriente de la Mostra de Venecia del 2003).
La cinta comparte con el espectador occidental su manera de afrontar la vida a través de una mirada limpia y cargada a la vez de buenas intenciones. Es cierto que la historia carece de una estructura clara, pero poco a poco va centrándose conforme avanza la acción, aunque alejada de una finalidad concreta. Lo que sí queda claro es el personaje clave del relato: el escenario, la omnipresente nieve como fiel testigo de las vidas entrecruzadas de Hamo (Romik Avinian) cuyas únicas pertenencias son un armario, un televisor, su uniforme militar y unos hijos que han ido encontrando su camino en otros países, y Nina(Lala Sarkissian) una hermosa viuda que trabaja en un bar en medio de la nada y que da título al filme.
El entramado se completa con el resto de los personajes, que proporcionan el tono agridulce de drama salpicado de una auténtica comicidad y que reivindica el humor por encima de la tristeza en que vive su pequeña aldea, casi destruida durante el régimen soviético.
El director y guionista Hiner Seleem mantiene el argumento vivo en el recuerdo gracias a un estilo propio en el que combina el tono poético con la realidad más directa, tratando eso sí con mimo a todos esos personajes condenados a vivir una existencia de lo más precaria.
Resulta difícil que una película de estas características tenga cabida en nuestra cartelera. Dado que se nos ha brindado esa oportunidad sería tonto dejarla pasar.