Reunidos de nuevo por la muerte de su madre adoptiva, los hermanos Mercer, cuatro productos de la vida suburbial que acabaron siendo familia porque nadie más quiso acogerles, tienen claro que sólo les queda un camino: la venganza. Obligados por su entorno a crecer y desenvolverse fuera de la ley, la violencia es uno de sus recursos, no utilizarla lo reduciría todo a padecerla.
El encuadre de su sanguinolenta singladura le corresponde a John Singleton, o lo que es lo mismo, aquel prometedor y joven realizador que con Los Chicos del barrio se cargó de nominaciones (entre ellas dos a los Oscar) y premios, y que luego hizo cosas como responsabilizarse del regreso de Shaft o, en un inconcebible descenso a los infiernos, 2 fast 2 furious. De su trayectoria cabe deducir varias cosas que se aprecian en esta cinta: que se mueve con conocimiento y complicidad en la trama de barrio pobre y conflictivo, que tiene un suave deje a blackexplotation en cuanto a usos y modos setenteros, y que en la acción más visual tiene algo de experiencia que rentabiliza puntualmente (no en vano ha dirigido anuncios de Cocacola y hasta un videoclip para Michael Jackson). Algo de estilo fruto de esa mezcla extrae cosas positivas, y entre persecuciones de coches, tiroteos masivos o mostrando las relaciones de sus personajes tiene algo de terreno ganado. No obstante, sí se muestra bastante ingenuo y simple a la hora de marcar y remarcar ideas, su subrayado del dolor y su forma de encarar la distinta sensibilidad y las cuitas de sus protagonistas aclara que su vocación es otra, y sólo el guión podía haberle ayudado a desenvolverse con más comodidad en esos aspectos.
Lejos de encontrar la suficiente ayuda en el texto, el firmado por David Elliot y Paul Lovett está plagado de pretensiones, reducción de lógica a mínimos, y un contraste entre la simplicidad con que resuelve giros, y sus ánimos de argumento alambicado, que se desmonta con los pocos razonamientos que probablemente no merezca. Desenlazar con sorpresa exige bastante más de pericia, y desde su escasa experiencia (lo único reseñable de la pareja es Juego Asesino de David Elliot) el reto les exigía demasiado. El resultado tiene mucho que envidiar a Snatch: Cerdos y Diamantes o a la venganza en mayúsculas de Tarantino, y demuestra que Singleton, que debería seguir a estas alturas en el purgatorio de los crímenes cinéfilos por su sobredosis de Tunning, de vuelta a la seriedad tampoco tiene mucho más que decir.