Dicen que la diferencia que separa locura de genialidad se concreta en el éxito, divina remuneración de masas que no siempre llega cuando toca, y que especialmente a menudo llega donde no debe. David Lynch puede haberlo alcanzado plenamente en ese tierno suspiro que significó su "Historia Verdadera", donde Richard Farnsworth nos conmovía en la gran pantalla poco antes de que decidiese vencer a cualquier precio la batalla que libraba con el cáncer que le estaba corroyendo. Entre los últimos haberes del entrañable actor, una preciada estatuilla que queda huérfana, y haber trabajado con uno de los directores más creativos que hayan pisado jamás un estudio.
Y es que retomando la diferenciación inicial entre genios y locos, su obra nos muestra de manera permanente un camino intermedio, un lugar de plena connivencia entre talento y esquizofrenia que atrapa con firmeza y pone a prueba la cordura del espectador: con unas técnicas narrativas que desprecian totalmente al desorientado público, con total indiferencia hacia la capacidad interpretativa que pueda este tener de cara a la más retorcida metáfora, sólo aseguran su atención los sabios planos, tan tensos como surrealistas, que absorben con un disposición artística que demuestra hasta la saciedad los rasgos inquietantes que le han acompañado durante gran parte de su carrera.
Poco importa finalmente si tras ofrecer todos los ingredientes, uno es capaz de encontrar un atisbo de comprensión. Las tacañas pistas que se van abandonando, en el mejor de los casos obligarán a interpretar y recordar cada mínimo detalle en un reiterativo visionado mental de toda la cinta que exige de nuevas proyecciones: una de las mayores paradojas -relacionadas con el antes mencionado éxito-, ha hecho que lo que podía haber acabado simplemente en un olvidado episodio piloto, perdido para siempre en claro oprobio al cine, se convierta en una de las películas que más veces pueden y deben verse sin vacilar.
Aunque algunos lo harán sin cuestionarse nada, sin entender ni tratar de entender, y muchos para presenciar una de las escenas lésbicas más estimulantes de los últimos años.