Tras sorprender con aquella potente reivindicación del cine de terror americano de los 70 repleta de homenajes y referencias llamada “La Casa de los 1000 cadáveres”, el versátil Rob Zombie presenta ahora su segundo film, secuela del anterior. ¿Vamos a encontrarnos de nuevo con mas de lo mismo realizado con mayor presupuesto? se preguntará sin duda el espectador medio harto de segundas partes que no son mas que una fotocopia agrandada del original. La respuesta –por suerte- es no. Y es que al igual que sucedía con “El Imperio Contraataca” o “Aliens”, el director sabe que si bien debe mantener un nexo con el original, la única forma de que el asunto funcione por si mismo es enfocarlo hacia otro lado. De esta manera si “La Casa...” recordaba a cintas como “La Matanza de Texas” o “Las Colinas tienen ojos” pasados por el tamiz del Grand Guiñol, para esta ocasión Zombie parece haberse impuesto como referentes films de supervivencia y venganza como “Deliverance” o “Perros de Paja” vistos desde una estética de western. El cambio se refleja en la parte visual, variando la estética gótica y a ratos surrealista llena de trucos visuales del original, por una visión sucia, polvorienta y a ras del suelo presentada de forma seca y contundente.
De hecho tal ha sido la distancia que el antiguo líder de “White Zombie” ha querido marcar con su debut cinematográfico que incluso tramas que conformaban el grueso de la película anterior han desaparecido en “Los Renegados...” como es el caso de todo lo referente al Dr. Satán, sus monstruosos freaks y las catacumbas que los albergan, elementos eliminados a favor de empujar a la historia en otra dirección (¿O, en lo que ya se está convirtiendo en una mala costumbre, se los reserva para una futura versión extendida en DVD?). Sea como fuere, el cambio se refleja en el propio trabajo del director, mostrando a un realizador mas maduro, menos dependiente del efectismo videoclipero que aparecía a ratos en la primera parte y que consigue una narración potente y clara, alcanzando momentos de gran intensidad como el emotivo clímax final, visualizado a cámara lenta con el ritmo de “Free bird” de Lynyrd Skynyrd de fondo.
Planteada como una película de carretera plagada de violencia, muestra la implacable persecución a la que el clan Firefly se ve sometida por la policía liderada por el sheriff Wydell (William Forsythe) que busca llevar a cabo una venganza personal contra estos que dará pie a un reguero de victimas terminando en una masacre total. La novedad estriba en este caso en que, a medida que discurre la historia, uno se va percatando de que no existe diferencia entre los violentos asesinos y el representante del bien que los persigue, el cual acaba resultando tan criminal o peor que estos. Un fundido en negro total al habitual esquema del bien contra el mal que consigue que, sin glorificar ni exculpar a esa escoria humana que son los Firefly, el espectador llegue a ponerse de su parte tras mostrar rasgos tan nobles como el protegerse los unos a los otros. Claro que dicho logro viene destilado en buena parte del talento y el carisma que exudan los protagonistas como un colosal Sid Haig, el inquietante Bill Moseley, la morbosamente atractiva Sheri Moon o el nunca bien ponderado Forsythe en unos personajes a cada cual mas fascinante. Por si fuera poco Zombie, en el mas puro estilo de Tarantino, da rienda suelta a su cinefilia regalando, para gozo y disfrute de la afición, papeles secundarios y cameos a actores de culto como Ken Foree, Michael Berryman, Geoffrey Lewis, Danny Trejo o la porno star Ginger Lynn Allen.
En resumen, “Los Renegados...” supone una nueva carta de amor de su realizador a un género y estilo de cine destinada por un público muy específico, una propuesta menos prisionera de sus referentes que su antecesora y, al igual que aquella, un mas que posible futuro título de culto.