El cine de acción norteamericano ya no es lo que era. Desde mediados de los 90 hasta ahora la corriente general –con puntuales excepciones- se ha visto anegada por las influencias mal percibidas y peor digeridas del cine oriental con John Woo a la cabeza (realizador que de un tiempo a esta parte también debería replantearse un cambio) y los excesos videocliperos de Michael Bay, McG y compañía.
A aquellos que gustan del cine de acción tal como fue formulado por directores como James Cameron, John McTiernan, Richard Donner o Walter Hill poco les quedaba salvo algún destello ocasional en las películas recientemente firmadas por estos que rara vez suelen llegar al nivel de sus clásicos. Hablamos de films como “Arma letal” o “La Jungla de Cristal”, que apostaban por un estilo potente sin por ello dejar de tener una narración clara ni desdeñar a los personajes o la historia.
Ha tenido que ser el francés Florent Emilio Siri (“Nido de Avispas”), uno de los pocos nuevos talentos del cine comercial galo no apadrinados por Luc Besson, quien ha decidido devolver al género a su mejor estilo contando para ello con la colaboración de uno de los mitos que hicieron grande al mismo en los 80: Bruce Willis. Tras una memorable secuencia de títulos de crédito (cuya estética recuerda por cierto a la reciente “Sin City” también protagonizada por el actor -¿Casualidad?) se nos presenta la historia de Jeff Talley (Willis), un negociador de rehenes envuelto en una situación que se resuelve de manera tan tensa como para hacerle renunciar. Con la intención de ejercer de policía en una tranquila localidad, las circunstancias le obligarán tiempo después a retomar su antiguo rol cuando unos jóvenes delincuentes atracan la casa de un contable que trabaja para la mafia.
La historia, con sus giros y retruécanos -algunos de ellos no exentos de agujeros- es en este caso lo de menos ya que la potente puesta en escena de Siri se adueña del conjunto desde el primer momento atrapando al espectador con una narración ágil y sin estridencias, haciendo llevaderos incluso los momentos mas endebles y tópicos de una trama de rehenes que recuerda a otro reivindicable titulo del genero como es “Negociador”. No obstante, en ciertos momentos el film se mueve casi en el área del cine de terror gracias al personaje de Mars, uno de los jóvenes secuestradores, cuya frialdad y formas amenazadoras llegan a inquietar al respetable, especialmente en determinadas secuencias como una persecución por conductos del aire donde remite mas a un monstruo de pesadilla que a un delincuente juvenil.
Siri, quien participó en la realización de la saga de videojuegos “Splinter Cell”, (a la que rinde un pequeño homenaje en la secuencia del asalto de los federales a la casa) no desdeña la espectacularidad, demostrando que se puede ser impresionante sin ser mareante al recurrir a las filigranas justas donde otros se hubiesen dejado llevar por el ruido y la furia sin importarle que el espectador se entere o no de lo que está viendo. Así, escenas de escaramuzas, asaltos a
casas en lamas y tiroteos finales pueden ser apreciadas con total nitidez sin escatimar la crudeza de las mismas y con el complemento de un trabajo redondo en la banda sonora.
Con un potable trabajo en la parte actoral donde destacan Willis que se mueve en plena forma en el papel del tipo duro de corazón sensible, y un escalofriante Ben Foster en la piel del psicópata Mars (muy lejos aquí de su papel en “A Dos metros bajo tierra”), “Hostage” es una buena excusa para disfrutar como antaño de la acción pura y dura y dar rienda suelta a la nostalgia por una forma de hacer cine que por desgracia se encuentra en horas bajas.