Para no ser fiel seguidor de Buffy cazavampiros ni Angel, debo reconocer que Firefly, el siguiente proyecto televisivo del guionista y director norteamericano Joss Whedon, consiguió embaucarme hasta el punto de dejarme bastante chafado cuando, tras apenas once episodios, acababan de forma un tanto brusca las aventuras de la nave Serenity y toda su tripulación, encabezada por el aguerrido capitán Malcolm Reynolds.
Al igual que el que esto suscribe, decenas de miles de fans que la serie tenía repartidos por todo el globo expresaron su indignación ante la desaparición de la serie de la pequeña pantalla, y el éxito de ventas que supuso su edición en dvd (incluyendo el episodio piloto, tres episodios finalizados que jamás fueron emitidos y los ya habituales contenidos extras) ha permitido que se geste Serenity, largometraje que retoma la trama más o menos allá donde la dejaba la serie, para a continuación ofrecernos lo que sería el polo opuesto a un episodio piloto, es decir, un episodio más largo de lo habitual donde se atan cabos sueltos y se pone punto y ¿final? a las andanzas del grupo protagonista. Se encarga de escribir el guión y de dirigirlo el propio Joss Whedon, al fin y a la postre padre de la criatura, y con todo el derecho del mundo a cerrar el chiringuito como le venga en gana.
La historia se sitúa en un futuro algo lejano, donde los humanos nos hemos expandido por el universo. Tras una especie de guerra civil galáctica, que se nos relata muy de pasada nada más comenzar la película, nos encontramos con una poderosa Alianza que gobierna una buena porción del espacio, en eterna fricción con otros grupos que consideran mejor permanecer independientes, lejos de la gris uniformidad (el pensamiento único, vaya) que buscan conseguir los primeros. El capitán Reynolds y la tripulación de la Serenity intentan salir adelante a base de encargos y trapicheos de diverso tipo, principalmente transportando mercancías de dudosa legalidad de uno a otro rincón del universo conocido. Un western espacial con unos simpáticos perdedores como máximo atractivo. Hasta aquí nada que no supiéramos gracias a la serie, claro.
Serenity supone un reto tremendo para sus realizadores. Hay que condensar en dos horas (y de forma coherente) una resolución de tramas que en televisión posiblemente hubieran ocupado diez o doce episodios más, atando cabos a la vez que intentas enganchar a todos los espectadores que se enfrenten por ver primera a todos los personajes, demasiados si los comparamos con las típicas películas de acción americanas. El reto se salda con un aprobado alto: ahí está ese humor socarrón, la acción trepidante y las sorpresas marca de la casa, sin olvidarnos de unos toques de emoción que hacen de la cinta un producto altamente entretenido. Eso sí, por el contrario hay personajes que apenas están esbozados o que tienen una aparición demasiado fugaz (¡pobre reverendo Book!), y otros detalles que probablemente desconcierten a quienes acudan al cine sin saber nada de la historia o de sus protagonistas.
Por supuesto, es obvio que quienes hayan podido ver la serie y se hayan encariñado con los personajes, magníficamente dibujados y trabajados episodio tras episodio, saldrán satisfechos por haberse podido reencontrar con ellos, aunque hay que reconocer que la película pierde enteros en comparación con las entregas de 40 minutos (aquí hay demasiada acción descontrolada en ocasiones). Eso sí, era preciso que Joss Whedon se quitara esa espinita que se le había clavado, satisfaciendo de paso a todos los que necesitábamos una dosis final de Firefly.