Mel Gibson se ha convertido en una figura curiosa dentro del show business. El autor de una película que ha recaudado más de 600 millones de dólares en todo el mundo (La Pasión de Cristo), que atesora dos Oscar por otro éxito reciente (Braveheart), y que ha demostrado un enorme tirón como actor en la taquilla, debería ser pasto de la popularidad y los productores.
Debido sin embargo a lo peculiar de sus convicciones e intereses, Gibson sigue desarrollando sus actividades casi como un guerrillero, despertando únicamente recelos y a lo sumo curiosidad. De hecho su próximo proyecto, Apocalypto, ha sido rechazado hasta por tres grandes estudios –finalmente Disney se encargará de su distribución-, y su presupuesto será abonado íntegramente por Icon Productions, compañía del director.
Apocalypto, escrita asimismo por Gibson, contará una historia ubicada en la civilización maya en torno a un hombre con familia e integrado en su comunidad que se encuentra repentinamente en una situación que le obliga a cambiar (Apocalypto es un término griego que significa aproximadamente desvelar un nuevo comienzo). Se rodará a partir del 14 de noviembre y durante cinco meses en el Golfo de Méjico, y estará protagonizada por actores nativos no profesionales que interpretarán sus papeles en la lengua amerindia -recordemos que en La Pasión… se hablaba latín y arameo-. El cineasta pretende establecer un paralelismo entre lo que les pasó hace seiscientos años a los mayas y la actualidad.
La autenticidad no quedará limitada a las localizaciones o la lengua. Para recrear la cultura maya Gibson ha estudiado la obra literaria de Fray Diego de Landa (1524-1579), el libro sagrado de los indios quiché (Popol Vuh) y numerosos códices, además de entrevistarse con historiadores y arqueólogos. También está buscando intérpretes de la música de concha y percusión asociada tradicionalmente al pasado que desea reflejar.