Que una de las mayores revoluciones de la literatura infantil pueda llegar a un nivel tan respetable como el que los libros de J.K.Rowling alcanzan con la llegada de El cáliz de fuego, es sólo parte de los encantos que han hecho que la historia de Potter seduzca a un público que va más allá de los niños. Con una estructura común muy marcada en las primeras entregas, la que ahora se adapta supone asomarse definitivamente al lado siniestro con el que anteriormente sólo se flirteaba, y hacerlo quitándose mucha de la inocencia e ingenuidad iniciales para afrontar los avances del argumento con valentía. Frente a las anteriores, la historia se decide a evolucionar marcando un antes y un después aprovechando que los lectores han crecido a la par que sus protagonistas.
En lo que respecta a sus películas, si bien siempre ha habido una digna corrección de cara a poner imagen a los escenarios, las dos primeras partes a cargo de Chris Colombus mostraban una clara falta de pericia y decisión para reorganizar lo que funcionaba en libro de modo que se adaptara a lenguaje cinéfilo. El mexicano Alfonso Cuarón aportó por primera vez algo de personalidad en El prisionero de Azkabán, a la vez que abría las puertas a una fase en que por obligación hay que sumergirse ahora. Con él los decorados se volvían más góticos y sombríos, el castillo lucía imponente impregnado de un misterio que inicialmente se había descuidado a favor de la opulencia.
Y a la hora seguir con el crecimiento impuesto por sus textos, la cuarta parte cuenta con el veterano Mike Newell, cuya larga experiencia televisiva estaba ya salpicada de trabajos en el cine cuando en el año 94 dirigió Cuatro Bodas y un funeral, su producción de mayor reconocimiento público. No obstante, en su variada filmografía incluye experiencia en el género de aventuras con nombres tan conocidos como la televisiva serie de Las aventuras del Joven Indiana Jones, de la que se encargó en algunos de sus episodios.
La pregunta permanente en la saga, sigue siendo cómo de adecuado puede ser tener a los niños dos horas y media frente a la gran pantalla, sometidos a sobredosis de magias y apariciones de monstruos que bien podrían conquistar el permeable terreno de sus pesadillas. Ahora, con una calificación de edad mayor a la precedente, la pregunta tiene más sentido en tanto que la seriedad ha crecido: los entornos visuales se han rematado hasta su límite máximo, la fantasía de Rowling es tan pronto seductora como inquietante, y los males que antes se intuían se revelan cara a cara materializados sin ambages ni descansos. Puede que los niños de hoy estén mucho más curtidos y sometidos a mayor carga de iconos perversos, pero lo difícil debería seguir siendo tenerlos atados a la butaca durante una sesión tan prolongada. El tratamiento del ritmo, una de las mayores dificultades que echaron a perder las entregas de Colombus, llama la atención especialmente en cuanto que hace uso de una duración similar a la de aquellas cuando en este caso el tamaño del libro a adaptar se ha duplicado. Algunas escenas, al igual que entonces, parecen sometidas a las prisas por acortar metraje, pero en general el tiempo está mucho mejor tratado y se ha suprimido lo suficiente como para que siga quedando lo necesario. No en vano, en esta ocasión los frentes abiertos son más numerosos y ninguno queda descuidado.
La lástima es que tanto esfuerzo por la credibilidad visual y por dar vida a escenarios imposible y argumentos intensos choque con un repertorio de actores demasiado marcados por la caprichosa elección tomada en su tierna infancia, y que impide que sean lo suficientemente idóneos para ser creíbles. Newell es hábil al dar a su guión momentos de mayor humor y diálogos algo más vivos de forma coherente con su experiencia, pero no puede evitar que el triplete protagonista suene reiteradamente fingido y afectado, con especial atención a Daniel Radcliffe. La parálisis facial del actor adolescente más y mejor remunerado no tiene cura, y hacerle sonreir o sofocarlo con tribulaciones sigue exigiendo de efectos visuales que la moderna ciencia de la infografía no ha sido capaz de mostrar hasta la fecha. Con todo las aventuras de Potter tienen en esta la mejor excusa para haber soportado sus duros inicios, y no pueden dejar de recordar que pese a lo complicado de hacer frente a sus portadas ingenuas y pueriles, sus libros merecen ser leídos para entender mejor su entorno y disfrutar de verdad de sus historias.