Después de ver “Noviembre”, la segunda película de Achero Mañas tras su primer abordaje cinematográfico con la sobrevalorada y efectista “El Bola”, uno piensa que aquel primer éxito fue cosa sólo de la suerte, aquella que toca al principiante.
Porque ahora, al volver, el joven Achero se ha hecho mayor y va de autor con mayúsculas. Parece ser que se le subió a la cabeza aquello que algún imprudente le dijo: que “El bola” recordaba a “Los 400 golpes” de Truffaut (sic) maldita la hora…
En “Noviembre” Mañas se atreve a discursear, con la excusa de homenajear al mundo del teatro independiente, sobre conceptos demasiado altos –para él, y lo reconzo, también para mí- como la realidad, la vida, la rebeldía...todo con un tono que denota un pobre bagaje cultural más que preocupante; porque la “filosofía” de bar que intenta imponer Mañas, más allá de sus cojas, sonrojantes y pobres cualidades cinematográficas, queda a la altura del betún en comparación con cualquier canción de Soziedad Alkólica , que quedaría merecedora, en comparación con “Noviembre”, con el Premio Nobel de Ensayo –si es que existe-.
Mañas recurre a la estructura del documental falso para contar la historia de un grupo de teatro independiente que hace aguas desde los primeros veinte minutos de metraje. Y además, como supuesto documental falso, el realizador se atreve a plagar la película con pequeños insertos, “reflexiones” de los miembros actuales del grupo, ahora ya entrados en la cincuentena; y esto también falla, porque poner a Amparo Baró –la olígofrénica y genial abuela de “7 vidas- y Juan Diego como miembros de un grupo de teatro desconocido no cuela; es decir, cuando salen en pantalla uno ve a “Juan Diego” y a “Amparo Baró”, las personas, no los personajes.
Pero sí, hay algo bueno: el joven plantel actoral que representa a los miembros del grupo teatral “Noviembre”, intentan durante todo el metraje mantener con dignidad una nave que se hunde desde mucho más pronto que se hunden las malas películas.