Desde su debut en 1993 “Doom” alcanzó la categoría de clásico del videojuego. Aunque no era el primer “First Person Shooter” en 3-D –“Wolfstein”, obra del mismo equipo creativo es quien detenta dicho honor- si fue el que logro la fama y provocó tal cantidad de secuelas, plagios y variantes que aún hoy, doce años después, puede distinguirse su rastro con claridad. Tal éxito se convirtió en una suculenta golosina para Hollywood y finalmente, tras años en vía muerta, llega la oportuna adaptación cinematográfica.
Hay que decir que en esta ocasión los cineastas cuentan con ventaja respecto a las versiones fílmicas de otros títulos como “Resident Evil” o la inminente “Silent Hill”. Mientras que aquellas deben conjugar la acción con un detallado argumento, “Doom” lo tiene mas fácil, ya que una de las particularidades del juego original es la de restringir la historia a la mera presentación de la premisa: el jugador viaja a Marte en el pellejo de un marine espacial, superviviente de una partida de rescate que debe hacer frente a demonios fruto de un fallido experimento de teleportación que ha abierto una puerta al infierno. Ahí empieza y termina la trama. El resto se reduce a un lineal pero adictivo mata-mata por una serie de niveles laberínticos (distinta hubiese sido la cosa de basarse en el mas reciente “Doom 3”, al que no obstante se hacen algunos guiños). Por lo tanto, los cambios en la trama y la fidelidad a la misma no son tan importantes para el fan del juego, que únicamente debe vigilar que la estética y el estilo del original se mantengan.
En ese sentido, los mas puristas pueden estar tranquilos. Y es que aun habiendo cambios en la premisa -los demonios, vaya uno ha saber porque razón, han sido sustituidos por mutantes (¿?!)- los ambientes claustrofóbicos, las criaturas monstruosas y con malas pulgas y el armamento futurista están ahí, retratados con gran fidelidad, motosierra incluida. De hecho tal es el apego al original que se incluye un espectacular plano secuencia de varios minutos en el que la película se convierte literalmente en el videojuego, con la visión en primera persona del protagonista deslizándose por los corredores arma en mano mientras masacra demonios, zombis y demás calaña.
Sin embargo, pese a su valía como adaptación, en términos estrictamente cinematográficos “Doom: la Película” resulta bastante plana. Las secuencias de acción, sin ser especialmente destacables, al menos son visibles y, salvo el citado plano secuencia, están rodadas sin grandes excesos ni molestas filigranas visuales como las que caracterizan las anteriores películas del director Andrzej Bartkowiak (las insípidas e intercambiables “Romeo debe morir” o “Herida Abierta”). Tampoco la trama, pese a no aburrir, consigue enganchar al espectador y finalmente los personajes resultan estar faltos de carisma –un pecado mortal en el cine de acción- y su suerte acaba por interesar mas bien poco al público. Únicamente el personaje de Sarge, interpretado por The Rock, resulta destacable, al iniciarse como uno de esos héroes de una pieza a los que el actor nos tiene acostumbrados para, a medida que avanza la película, ir girando hacia un registro mas oscuro y menos amable. Una jugada del interprete de “El Rey Escorpión” que recuerda a la de Arnold Schwarzeneger en el primer “Terminator”.
El resultado resulta ser prácticamente el mismo que el de otra adaptación cinematográfica con raíces en el mundo de los bytes: la reciente “Alien vs Predator”. Sin ser una decepción ni un insulto con respecto al material original, el conjunto se nos antoja como gran oportunidad perdida que se ha quedado en un mero producto del montón. Y es que da grima pensar lo que de un material con tantas posibilidades podrían haber sacado un James Cameron o un Sam Raimi. Aunque también es un alivio saber que podría haber sido mucho peor (basta con imaginarse a Uwe “House of the Dead” Boll tras las cámaras). Conténtense pues los seguidores del juego con no salir echando pestes de la sala del cine y los neófitos en la materia con pasar un par de horas de distracción sin exigencias.