Una las mejores composiciones de la historia de la música, Just like heaven de los casi siempre infalibles The Cure, sirve para titular en el original una nueva comedia romántica americana que no pasará a la historia del género pero que al menos entretiene en general y no nos proporciona las dosis malsanas de vergüenza ajena que otras cintas no tienen reparos en desperdiciar.
David (Mark Ruffalo) anda buscando un piso para alquilar en San Francisco, y cuando parece que jamás dará con el adecuado se cruza en su camino una “mano invisible” que le encaminará hacia el apartamento ideal que siempre había imaginado. El único pero del asunto es que el espíritu de Elizabeth (Reese Whiterspoon), la anterior habitante del inmueble, sigue rondando por el lugar, bastante mosqueada por el hecho de tener un “okupa” entre aquellas cuatro paredes, ya que desconoce que sólo es un espíritu. Será tarea de David aguantar como pueda, intentando convencer a la chica de que deje de molestarle, además de intentar averiguar quién fue en vida esa fastidiosa hembra una vez que parece complicado deshacerse de ella (incluyendo un divertido guiño a Cazafantasmas).
Nos hallamos ante un producto destinado a un gran público, qué duda cabe, pero si Ojalá fuera cierto funciona es porque a pesar de todo hay una combinación de elementos que evitan que la película resultante naufrague: el director es Mark Waters, responsable de films poco destacables pero tampoco deleznables (Chicas malas, Ponte en mi lugar, Cómo perder la cabeza), quien apoyándose en un guión basado en una novela (detalle que suele elevar algo la calidad) y en la buena labor de los actores principales consigue hacernos tragar una historia que al menos intenta desmarcarse de las reglas básicas del “chico conoce chica”. Hay una sensación general agradable, gracias a los chistes que hay repartidos por el metraje y a personajes como el chico de la librería, capaz de leer el aura de la gente.
Lástima que hacia la media hora final ya sepamos todo lo que va a pasar y que encima se ponga el acento en la parte acaramelada y romántica facilona, abandonando en gran medida esa atmósfera de comedia que había dominado hasta entonces. En fin, lo dicho arriba: para pasar el rato y olvidar a los pocos días.