De las técnicas publicitarias más reprobables y procaces, la reina de todas ellas es la que vende a golpe de trailer un drama como entrañable comedia. Es la fraudulenta manera de agarrarse al público despistado para por medio del engaño pillar a algún incauto inadvertido, y meterle en un torro lastimoso que poca gloria alcanzará en su género. No es algo nuevo, pero siempre sorprende el alto grado de desvergüenza, y cómo queda el espectador ávido de risas fáciles e intrascendentes, sometido al par de horas de lenta calma y culebroneo insustancial.
Aquí además se es generoso con el elemento de telenovela: mujer embarazada y con hijo abandonada, hermana liada con señor mayor, un cuadro millonario objeto de blanda disputa, o incluso un bolso caro como instrumento sospechoso de significar algo en la oquedad de la trama. Mas no obstante, ni los idilios, el despecho, ni la ligereza moral de unos y otros y su forma de ver la fidelidad, acompañan lo más mínimo para tratar de prestar atención la plúmbea escena francesa. Quizá confiando en la sobada magia del folklore francés y parisino (esa pesadita melodía arquetípica convertida otra vez en banda sonora) y en la personalidad de la ciudad, James Ivory intuía algún tipo de sentimentalismo necio y estéril, pero lo cierto es que no hace más que ralentizar el paso del tiempo entre lentas acometidas que poco sorprenden: que si alguien intenta suicidarse, que si un perturbado quiere aportar algo de excentricidad matando a alguien... las caídas de párpados siguen su rumbo inexorable, anhelando un final para todo ello, rindiéndose a una búsqueda imposible por encontrar una justificación inexistente. Todo esto para nada. O para mostrar otra vez el río Sena, la Torre Eiffel, el posible choque cultural de franceses y americanos armado a golpe de topicazo pueril... todas aquellas excelencias que en definitiva contribuyen a adormecer y preguntarse qué mente perversa puede disfrazar una sesión de siesta turbulenta en un supuesto jolgorio risueño. Y cómo de rentable llega a ser aburrir a unos pobres desorientados.