Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y en el caso de Javier (Ernesto Alterio) y Pedro (Guillermo Toledo) dicha máxima se muestra implacable. Tras el gran éxito de “El otro lado de la cama”, nos llega ahora su secuela -algo no muy habitual en nuestra cinematografía- que reincide en la historia de los amores, desamores, malentendidos y desengaños de un grupo de jóvenes parejas complementados con números musicales basados en grandes éxitos del panorama musical patrio.
Aunque las comparaciones son siempre odiosas –e inevitables si se trata de una secuela- y el film que nos ocupa puede ser disfrutado independientemente de que se haya visto o no la entrega precedente, dos cosas hay que destacar con respecto a la película anterior. La primera es que se haya dado mas espacio a la parte femenina de la pareja. La segunda, que los números musicales –tan cuidados como en la predecesora- estén en esta ocasión mejor integrados en la trama. No funcionan ya complementando la historia como forma de que los personajes expresen sus emociones y/o estados de ánimo, como pasaba antes: algunos de los números forman parte integral de los sucesos.
Así, destaca de nuevo la labor la labor del compositor Roque Baños como pieza fundamental, debido al papel que la música y que muestra, convenientemente arreglados, temas de Tequila, Loquillo, Alaska o Los Rodríguez entre otros.
Pero está cara también tiene su cruz, al haberse perdido el factor sorpresa que tenía el uso de la música a lo que hay que añadir que ciertos números más que reforzar el devenir del argumento terminan por ralentizarlo.
Por buena que sea la selección musical o ingeniosas las situaciones planteadas por el guión, sin unos interpretes a la altura el resultado no seria el mismo. Aunque la parte masculina del reparto se mantiene, en la sección femenina ha tenido lugar un cambio de guardia, permaneciendo Maria Esteve y añadiéndose Lucia Jiménez (que abre el film con un seductor homenaje a “Los fabulosos Baker Boys”), Pilar Castro y Verónica Sánchez. El nivel conjunto está bastante logrado y, pese a no ser cantantes profesionales, saben mantener el tipo a la hora de vérselas con la parte musical. Pero sin duda hay uno que se lleva la palma: Alberto San Juan. Verdadero robaescenas, consigue meterse al público en el bolsillo, proporcionando el material para los mejores golpes de humor además de lucirse con una interpretación del tema “Gavilán ó Paloma” sencillamente antológica.
En resumen se trata de un trabajo sumamente entretenido y que demuestra que, mas allá de la sal gorda de esperpentos protagonizados por obesos policías chusqueros de mentalidad retrograda e inexistente higiene, la comedia nacional aún es mas que capaz de lograr un buen nivel con el añadido de reírse con el espectador en lugar de burlarse de él. El director Emilio Martínez Lázaro hace buen uso de todo su oficio para mantener fija la atención del espectador.