El conglomerado empresarial Viacom Inc, propietario de Paramount Pictures, ha comprado DreamWorks SKG, el estudio independiente fundado hace once años por el cineasta Steven Spielberg, el visionario de los dibujos animados Jeffrey Katzenberg y el magnate musical David Geffen.
NBC Universal, compañía que perseguía el mismo objetivo desde hacía meses, y a la que Spielberg se halla unido sentimentalmente como director y productor (Amblin) desde el principio de su carrera, se ha quedado con un palmo de narices. Curiosamente, las oficinas de DreamWorks permanecerán donde estaban, en terrenos de la Universal.
La operación supone para Viacom pagar 774 millones de dólares y asumir deudas y obligaciones de DreamWorks por valor de otros 825 millones. Ambas partes salen beneficiadas. Brad Grey, nombrado en enero de este año presidente de la Paramount, busca con la maniobra detener la pérdida de influencia de la productora entre las majors de Hollywood. Todos los proyectos en marcha de DreamWorks pasan a sus manos. Spielberg y Geffen se convierten en empleados de la productora, e impulsarán entre cuatro y seis cintas de imagen real al año. Y aunque la división animada de DreamWorks –a cargo todavía de Katzenberg, responsable de Antz, Shrek I y II, El Espantatiburones o Madagascar- no ha entrado en el lote, Paramount sí se reserva la distribución mundial de sus proyectos durante al menos siete años, así como la explotación televisiva de todas sus creaciones animadas.
Paramount se hace además con el catálogo de DreamWorks -cincuenta y nueve películas, entre las que destacan American Beauty, Gladiator, Salvar al Soldado Ryan o La Guerra de los Mundos-, que venderá en parte; y con su fondo videográfico y su división televisiva, que desarrolla series como Las Vegas o Spin City.
Por otro lado, el acuerdo representa para DreamWorks una solución inesperada y honrosa para un callejón sin salida. Spielberg, Geffen y Katzenberg, grandes amigos, decidieron unir sus talentos cuando el último fue despedido de Disney en 1994, después de haber reflotado la Mouse House con taquillazos como La Sirenita, Aladdin o El Rey León. Hartos de las productoras de entretenimiento tradicionales, absorbidas por enormes grupos mediáticos y sometidas a intereses espurios, los apodados tres mosqueteros configuraron un estudio de ambiciones estrictamente creativas que abarcaría el cine, la televisión, la música y la animación digital.
Las primeras letras de sus apellidos dieron forma parcial al nombre de la compañía, DreamWorks SKG, que nació con 33 millones de dólares aportados por cada uno de sus creadores y otros 500 entregados por Paul Allen, co-fundador de Microsoft.
Sin embargo, el paso del tiempo fue rebajando las pretensiones de la empresa. Las secciones de internet, televisión y música nunca cuajaron (DreamWorks Music fue vendida en 2003 a Universal Music Group por cien millones de dólares). La gestión dejaba que desear y se apoyaba cada vez más en el apartado cinematográfico, obligado a competir con una media de seis producciones anuales contra estudios que ofertaban hasta veinte films en el mismo periodo. En 2005 The Ring Two, La Isla y Wallace & Gromit han rendido menos de lo esperado en taquilla.
Con el pacto entre Viacom/Paramount y DreamWorks, Spielberg, Katzenberg y Geffen se embolsan 150 millones de dólares por cabeza y Allen hasta 500 millones, dejando de paso a Lions Gate Entertainment como único gran estudio independiente de Hollywood a la espera de Weinstein Co., la aventura que intentan poner en marcha los hermanos Bob y Harvey Weinstein, anteriores propietarios de Miramax hasta su reciente compra por parte de Disney.