Redescubiertos hombres de acción, arrancados ambos de la telecomedia afroamericana para ejercer de chicos rebeldes en la primera parte, la pareja encarnada por Smith y Lawrence eran la forma de unir un humor simple sin complicaciones a los más manidos rasgos de la 'action movie'. Todo siempre con un gusto estético arraigado en el video-clip, una afición a la frasecita sentenciadora de corte cómico en el peor momento -mostrando su origen graciosete- y heroicidades trasnochadas con facilidad para los excesos.
Cuando la concepción de la segunda parte se basa en el doble de todo y en el remate de lo rematado, lo que se acaba por dar es una exaltación del 'más de lo mismo', buscando la forma de sorprender a quién crea haberlo visto todo en las persecuciones a base de mayor destrucción.
Desde el inicio se evidencia pues la afición a las cámaras nerviosas, los cambios rápidos de plano, y todo aquello que pueda llevar visualmente al ritmo. Completa el video musical la percusión acelerada por entre la que discurren tonos habituales en las últimas producciones de similar corte, dando una factura técnica ya vista. Que aquí sin remedio, estresa puntualmente, consecuencia lógica de la acumulación de metraje por encima de las dos horas.
Con esa pretenciosa idea de retener la atención a lo largo de tamaña cantidad de tiempo, las escenas hiperactivas se van convirtiendo en un reto de explosiones que se ceban hasta el desenlace sobresaturado. Allí la impudicia desencadena en una verdadera contienda con el transfondo de las aspiraciones/frustraciones norteamericanas para con Cuba -ahí es nada-, tierra natal del malo malísimo encarnado por Jordi Mollá y su acento cubano de imitador parodiante.
Entre tanto, el policía vocacional de exquisito gusto y gran fortuna familiar, sigue aportando su impertérrita violencia temeraria al casado calzonazos permanentemente quejicoso -aunque su sueldo policial no debe ser tan malo, viendo su morada- para buscar hasta la extenuación la risa entre disparos. Eso cuando no haga falta sacar carácter. Ese será el momento de volver a preparar la musiquita, sacar la casta policíaca, e ir a por los malos malísmos destrozando la ciudad a la espera de los gritos desalmados de la reprimenda del jefe.